domingo, 27 de julio de 2014

El poder de los débiles

Publicado en el Diario de Centro América el 25 de julio de 2014

El David colectivo frente a un gigante imperial que azota sus barbas porque tiene a los niños migrantes encima.
El lunes pasado el gobernador de Texas, Rick Perry, del Partido Republicano, anunció que enviará a mil miembros de la Guardia Nacional para sellar la frontera con México y frenar, con esta medida, el ingreso de ilegales a tierras norteamericanas. Esta medida, justificó, obedece a la negativa del presidente Obama respecto a movilizar tropa a la zona fronteriza.
Esta bravuconada de Perry nos hace recordar las tradicionales películas de Hollywood en donde soldados norteamericanos son enviados a distintos lugares del mundo a “salvar” situaciones difíciles. La intromisión en Vietman, Irak, Grenada, solo para mencionar algunos ejemplos son muestra de la fuerza imperial, al mejor estilo del antiguo régimen romano.

Es increíble cómo un pequeño puñado de malnutridos niños centroamericanos está provocando un giro en la agenda política norteamericana, al extremo que el gobernador Perry esté pensando en cuidar su trasero, perdón, su patio trasero, enviando a mil hombres armados a sembrar terror en los menores migrantes, cuya mayor arma es su generalizada debilidad, convertida en una fortaleza simbólica que ha movido las fibras más profundas de la sensibilidad mundial, alcanzando el corazón mismo del poder en aquel país que hoy por hoy es el más influyente de la Tierra.

Los niños migrantes nunca se imaginaron que un día serían la espoleta de una granada que movería -y removería- los intrincados vericuetos de la política norteamericana y su ancestral disputa entre demócratas y republicanos. No sería raro que resurgiera el Ku kux klan, aquella odiosa organización creada en el siglo XIX y que pervivió hasta el siglo XX, con fines xenofóbicos, antisemíticos, racistas y anticomunistas, como una fuerza paralela dispuesta a combatir a los niños migrantes.

En este momento se está viviendo, de este lado del mundo, un acontecimiento simbólico de mucha trascendencia. Sin proponérselo los medios de comunicación han construido un nuevo signo: el David colectivo frente a un gigante imperial que azota sus barbas porque tiene a los niños migrantes encima. Este nuevo símbolo ha consumido miles de páginas de periódicos, revistas, millones de bites de información virtual, espacios en radio y televisión mundial. Ha movido el aparato diplomático de varios países, ha convocado a presidentes, agrupaciones humanitarias, ha estremecido las fibras de las fuerzas políticas, ha dado materia de primera mano a analistas, científicos sociales, unos con el afán de lucrar a costa de este fenómeno, otros con un sincero propósito de aportar su grano de arena en la solución del problema. El que más, el que menos, ha dicho, esta boca es mía.

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