domingo, 30 de junio de 2019

CANCIÓN DEL AMOR SUBLIME

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usted se untó en mi piel como
un genoma del amor trascendente
y veo por sus ojos y respiro por
su aliento y resumo mi jornada
en sus palabras

usted tiene la gracia de conquistar
mi angustia y ser crisol de mis

alegres horas

usted es territorio liberado una
patria que habito sin visa de
extranjero usted me da cobijo usted

es mi bandera mi símbolo de vida
usted mi aeropuerto donde espero
siempre el llamado del viaje 
hacia la dicha

viernes, 28 de junio de 2019

Una anécdota magisterial (I)


Era el 2 de enero de hace muchísimos años. Yo tenía alrededor de 24 años y trabajaba como maestro de Educación Primaria en una escuela de la ciudad Capital. Ese día me presenté a mis labores con el entusiasmo de un imberbe docente. El director del establecimiento me dijo que impartiría primer año. Sentí que la tierra se hundía bajo mis pies. Me había iniciado hacía dos años apenas y no había impartido ese grado.

La verdad, no me sentía preparado para impartir primer año, dado que en el instituto no me habían preparado lo suficiente en didáctica y no tenía la menor idea de cómo enseñar a leer y escribir. Comenzamos a inscribir a los niños. Yo cruzaba los dedos porque no se inscribieran muchos. Ese año se llenaron tres aulas con niños de primer grado. A mí me asignaron 90 niños. Sinceramente me temblaban las piernas.
La campana sonó y comenzaron a ingresar los niños acompañados de sus madres. Algunos llegaron alegres. Otros iban llorando y no querían desprenderse de la mano de sus mamás. Me imagino que miraban en mí a un ogro extraño; hoy día me sucede lo mismo cuando tengo a un nuevo grupo de estudiantes en las universidades. El día anterior había comprado tres bolsas de dulces. Así que les dije, una vez sentados en sus respectivos pupitres: quién quiere dulces; todos respondieron a coro, yo, menos un niño pequeñito que aún se encontraba llorando. Me acerqué a él, desnudé un caramelo y se lo di. El niño comenzó a saborearlo, hasta que poco a poco se fue calmando. Cuántos años tienes, le pregunté. Extendió su manita y me indicó que cinco. Algunos tenían seis, otros siete. Comencé mi rutina preguntándoles: quién quiere aprender a escribir mamá. Yo, dijeron todos, menos el niño de cinco años. Tú no quieres aprender a escribir mamá, le pregunté, acariciándole su cabecita. No, yo quiero otro dulce, me respondió, y le di otro caramelo.
Ese día el mundo se me hizo chico y cuando me di cuenta, sonó la campana para el primer recreo. Esa media hora para mí fue la oportunidad para organizar mi estrategia de enseñanza. Se me ocurrió escribir una a en un extremo del pizarrón, en el otro extremo escribí otra a. Las dos m las distribuí al centro.
Luego del primer recreo, les dije: vamos a jugar un momento dentro de la clase. Les expliqué que en el pizarrón estaban las letras para escribir mamá pero que había que unirlas. Quién sabe cómo se unen, les pregunté. Y como siempre hay unos niños más aventajados que otros, varios estuvieron dispuestos a colaborar mientras el resto observaba con atención.
Hace pocos días me encontré en el supermercado al ingeniero Antonio Rodríguez, quien, al verme se me acercó y me dijo: profesor Interiano, usted fue mi maestro en primer grado; yo tenía cinco años  y recuerdo que usted me dio dulces para que ya no llorara en mi primer día de clases. Lo recuerdo desde entonces. Usted guio mi mano en mis primeras letras, me dijo, luego, un fortísimo abrazo. Me sentí el maestro más afortunado del mundo. Mi premio había llegado.

Carlos Interianohttps://dca.gob.gt/noticias-guatemala-diario-centro-america/wp-content/uploads/2019/01/CARLOS-INTERIANO.png

martes, 25 de junio de 2019

Feliz Día del Maestro

Día del Maestro
Imagen de Google

A quienes, por decisión o por cualquier circunstancia, han abrazado esta noble profesión, pasen un excelente día.
Recordemos que ser maestro no es solo enseñar; es aprender de los estudiantes, de los libros, del entorno, de nuestra propia experiencia y del ejemplo ajeno.

viernes, 14 de junio de 2019

Reflexiones sobre el criollismo

El peor error de un ladino es considerarse criollo. Por supuesto que existen algunos, incluso indígenas, con esa mentalidad.

Este mijo es indio, le dijo a mi amigo la señora que trabaja en su casa. Él le interrogó: ¿y vos qué sos? Yo soy indígena, le respondió ella. Pero éste es indio porque es terco, huevón y salido. Nótese cómo califica una madre a su propio hijo. ¿No es ese, acaso, el concepto que por cientos de años se ha venido repitiendo sobre el indígena? Así comenzaron a expresarse los primeros españoles venidos a América y esta fue el calificativo que se creó sobre los vencidos, hasta convertirlo en un estereotipo racista y clasista y finalmente, sembrarlo en lo más arraigado de la cultura.

Si soy hijo de español, no soy indio; por lo tanto, no soy ni terco, ni huevón ni salido. Es un razonamiento que alimentó la ideología del criollo, epíteto que se dio a los hijos de españoles nacidos en América. Pero estos crecieron en la salsa de la discriminación que practicaban aquellos saqueadores de tesoros para salvar la economía del reinado de Isabel y Fernando. Los criollos fueron reproduciendo estos estereotipos; y le incorporaron otros elementos hasta convertirlos en ideología. El concepto de ideología aquí, no es tomado en el sentido marxista de falsa conciencia, sino como la manera de entender y justificar el mundo que nos rodea.
Desde sus orígenes, los criollos discriminaban a los mestizos, llamados más tarde, ladinos. A decir verdad, también los rechazaban los indígenas, por no tener pureza de sangre. Ser el jamón del sándwich no ha sido nada fácil para la clase ladina, que se convirtió en una especie de mano de obra obrera y profesional de los descendientes de aquellos que, incluso, quieren manejar el país como si fuera su finca. Por supuesto, hoy nos llenamos la boca con decir que somos ladinos, aunque los criollos se ríen de nosotros.
Ser criollo no es ni más ni menos que conservar algún rasgo de los primeros españoles nacidos en América, quienes, junto a sus padres, además del saqueo, a fuerza de esclavitud hicieron que los dominados cultivaran la tierra para su propio beneficio. Más tarde, una especie de esclavitud encubierta cubrió como un manto de impunidad a los criollos quienes conservaron sus tierras y hasta el derecho de maltratar a sus trabajadores. Esa es la ideología criolla, un pensamiento de patrón con suficiente autoridad, dominio psicológico y económico sobre sus empleados.
Esta ideología criolla también se ve reflejada en el lenguaje, ombligo de toda cultura. De ahí que el trato despectivo, prepotente, patronal, gritón, altanero y carente de la mínima cortesía sea uno de los rasgos distintivos. El peor error de un ladino es considerarse criollo.
Por supuesto que existen algunos, incluso indígenas, con esa mentalidad, es decir, actúan como ellos; y no es para menos, lo ideológico penetra la familia, la educación y la cultura misma. Si usted tiene tierras o empresas, tiene trabajadores y los trata con dignidad y respeto, les paga salarios justos y demás prestaciones laborales, usted no es criollo, solo es un ladino con pisto, así que no sufra.
CarlosInterianohttps://dca.gob.gt/noticias-guatemala-diario-centro-america/wp-content/uploads/2019/01/CARLOS-INTERIANO.png

viernes, 7 de junio de 2019

El color de la voz


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En la comunicación política el color de la voz es clave para conectar con el ciudadano.

El paso trascendental que permitió a la humanidad avanzar en su proceso de desarrollo, crear cultura y las condiciones necesarias para satisfacer sus necesidades básicas de sobrevivencia, ha sido su capacidad de usar su aparato de fonación para comunicarse, articulando sonidos con un significado preciso que puede ser entendido por los demás. Fue creando, de manera paulatina, los sonidos guturales que le permitieron, en una etapa muy temprana de su evolución, generar las reglas básicas de selección y combinación de signos hasta producir cadenas completas de significado. Estas reglas básicas se conocen con el nombre genérico de código.

El código lingüístico que posibilitó los diversos idiomas ha sido la clave de la civilización humana, el cual se ha usado de acuerdo a las necesidades materiales y contextuales en los diversos periodos de su historia. Es en sí, un código abierto y moldeable de acuerdo a las particularidades de cada región, época y condiciones culturales. A diferencia del resto de seres de la escala animal cuyo código de comunicación es cerrado y programado biológicamente, el código lingüístico humano es flexible, ajustable, maleable.

El principal canal del código lingüístico es la voz. Este recurso verbal es el instrumento que no sólo está sujeto a condiciones fisiológicas sino también a factores psicológicos, ofreciendo una infinita gama de posibilidades de expresión que hacen del humano un ser versátil, adaptable a diferentes situaciones sociales. La característica de la voz con la que nacemos y nos desarrollamos se llama color de voz y se identifica con el timbre, el cual puede ser agudo, grave, suave, ronco, etc.

Sin embargo, el color de la voz es un concepto mucho más extenso que el propio timbre. Está relacionado con los aspectos emotivos, afectivos con que se maneja el timbre. Por ejemplo, una persona puede tener una voz aguda pero mediante el volumen y adaptación afectiva de esta resulta agradable. Lo mismo puede decirse de una voz ronca. El secreto está en el manejo del color.

Cuando una madre le habla a su hijo puede hacerlo con suavidad o severidad, según sea el estado afectivo de ella y según el propósito que desea conseguir. Invariablemente el niño interpretará el mensaje con solo percibir el tono con que su progenitora le habla.

En el plano artístico, por ejemplo, hay cantantes que de suyo no tienen una gran voz, pero el manejo magistral que hacen de ella, les proporciona un clima propicio de interpretación que impacta al público. En la poesía sucede lo mismo. Un poeta que lee un poema puede no tener una dicción estudiada, pero si lo hace atendiendo a un clima afectivo adecuado, seguramente producirá en los oyentes, un efecto envolvente. En la comunicación política el color de la voz es clave para conectar con el ciudadano. Una voz altisonante, altanera, rústica, sin matices adecuados, producirá un rechazo en sus oyentes. Y una vez creado un impacto negativo es difícil cambiarlo, aunque se hinque.

Carlos Interianohttps://dca.gob.gt/noticias-guatemala-diario-centro-america/wp-content/uploads/2019/01/CARLOS-INTERIANO.png

sábado, 1 de junio de 2019

AUTORRETRATO


amo la voz que gravita en las cosas
muertas amo el musgo suave y terso
de aquellos años mozos y los locos
aleteos de las risas juveniles al surcar
el cielo y aquella cándida mano que
tomó la mía y aquella preñada
embriaguez que remozaba el día

amo las cosas que se fueron las
cosas buenas y las malas cosas las
amo porque de ellas aprendí los
trazos de ser humano y a doblegar la
hombría para ser sólo humano sin las
fórmulas atávicas que te inculcan en
la infancia

amo la libertad de sentirme libre sin
pecado original ni herencias
ancestrales amo los pasos que doy
equivocados o certeros y las lágrimas
que expulso de mis cuencas añosas
amo de mis labios la palabra regia sin
dobleces morales sin retórica ni duda

amo ser gato huérfano de dueño y
tener vida de gato escaparme a los
tejados para encontrar la dicha amo la
virtud escondida de las sombras y el
sentido de ser sombra estatua sin
rostro conocido amo ser gaviota que
horada el firmamento

amo lo que tengo escasa fortuna que
cabe en el doblez de mi pañuelo y mis
sueños gigantes que a diario surcan el
cielo amo la finitud de mis ideas mi
dolida inteligencia y mis días grises
amo el esqueleto de un ayer que no
retorna y las penas del presente y lo
incierto del futuro (C.I)

Poema: LAS RANAS Y LOS GRILLOS

El periodista Carlos Enrique Morales Monzón produjo esta versión de mi poema Las ranas y los grillos. Se los dejo