sábado, 23 de mayo de 2015

Alejandro Maldonado Aguirre

Publicado en el Diario de Centro América, el 22 de mayo de 2015


A salvo de las críticas que reciba por su trayectoria política, yo solo puedo decir que un hombre que salva a un hombre, salva al mundo.


Junta directiva estudiantil INVO 1973,

Con Alejandro Maldonado Aguirre nos conocimos en la cresta de un movimiento estudiantil que exigía el cambio de director del Instituto Normal para Varones de Oriente –INVO-. Era 1973. Maldonado era por entonces el ministro de Educación y yo, un muchacho imberbe que había estudiado con beca del Estado durante los años de secundaria, cuyo único mérito era quizá ser el presidente de la Asociación de Estudiantes del establecimiento. En plena huelga, el general Arana, entonces mandatario de la República, nos citó a su despacho a representantes del movimiento, y tras una regañina nos comunicó con el ministro, quien nos recibió muy cordial.

De entrada, con un gesto de verdadero maestro, como solo solía hacerlo el doctor Juan José Arévalo frente a la juventud, Maldonado Aguirre escuchó muy atento nuestros argumentos y al final nos dijo: me parece que ustedes tienen razón. Y en los siguientes días, llegó a Chiquimula y tras reunirse con otros líderes del movimiento y con el sector docente, efectuó el cambio de director.  No está demás decir que celebramos el centenario de nuestro querido instituto con las mejores pompas del momento, aquel memorable 14 de julio.

Tiempo después, corría el mes de noviembre, se realizó la conmemoración de la fecha exacta de fundación del INVO. Para entonces, ya nos habíamos graduado de maestro mis compañeros y yo. Se invitó al ministro de Educación, quien asistió gustoso. En su intervención degustamos un verdadero platillo cicerónico, con aquella elocuencia, digna de los más grandes oradores.

 Acto después, al calor del ágape, pasó lo inesperado. Maldonado Aguirre se me acercó y me dijo: Interiano, ¿usted va a continuar sus estudios en la universidad? ¿Tiene recursos económicos para hacerlo? Le respondí que deseaba continuar estudiado pero no tenía suficiente dinero ni trabajo. En un gesto espontáneo, el ministro sacó del bolsillo una tarjetita y me dijo: Cuando llegue a la Capital, visíteme en mi despacho. Con esta tarjeta le darán audiencia inmediatamente.

Así fue. El ministro de Educación me ubicó en una plaza de maestro, en una escuela que estaba a diez minutos de la Universidad de San Carlos. Lo demás es historia. Me gradué de licenciado en Ciencias de la Comunicación, gracias a la tabla de salvación que un funcionario público, imbuido de un genuino interés de ayudar a la juventud, me lanzó en el momento más oportuno. Nunca volví a saludar en persona a Maldonado Aguirre, aunque he seguido con interés su fructífera carrera de hombre público.


Ahora que el Congreso lo ha nombrado como vicepresidente de la República, y pese a algunos comentarios negativos en su contra, no puedo menos que mostrarle mi solidaridad. Aquella vez me dio una muestra de su sentido de responsabilidad social y humanismo, y aun a salvo de las críticas que reciba por su trayectoria política, yo solo puedo decir que un hombre que salva a un hombre, salva al mundo.

1 comentario:

  1. Definitivamente. El Señor Ministro en aquel tiempo, era brillante orador y dejó muy buena impresión de su gestión. Si no estoy errado, esta fotografía sería del acto de entrega de la Orden del Quetzal a nuestro instituto, dada en algún salón del Palacio de Gobierno. Si eso fuese así, yo mismo habría sido parte de aquel acto que nos galardonaba. Por cierto Carlos, aprovecho para saludarle nuevamente y agregar que en efecto aquel compañero soy yo. Ha corrido el tiempo desde entonces y se habrá llevado nuestra juventud, sin embargo, nunca ha osado siquiera, llevarse aquellos magníficos recuerdos. ovanhoe0073@gmail.com

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