lunes, 8 de diciembre de 2014

El Chavo del 8 (I)




Algunos críticos afirman que el programa provoca un efecto narcótico, inmovilizador de conciencias.

El pasado 28 de noviembre murió el actor, dramaturgo y comediante más importante de Latinoamérica durante los últimos cuarenta años. Gómez Bolaños, conocido en el ambiente artístico como “Chespirito” creó múltiples personajes que encarnaron el drama de las “vecindades”, con una dosis de humor, a veces blanco, otras, una metáfora de la vida miserable que vive la mayoría pobre de México y los países del tercer mundo.


Imagen tomada de Google

En efecto, personajes tales como el “Chavo del 8”, el “Chapulín colorado” son una parodia muy bien lograda de antivalores que promueven por ejemplo “Ricky ricón”, Superman; el primero ostentando una sustracción económica de primer nivel, y el segundo, un súper poder capaz de desviar los ejes de la Tierra. Una lectura ideológica pintaría al Chavo como la expresión más extrema de la pobreza: sin casa, sin padres, sin comida, sin segunda mudada, vilipendiado por sus compañeros de vecindad. Edna Portillo opina que el personaje del Chavo pinta un estado no solidario de parte de sus vecinos al dejarlo desprotegido, viviendo en un barril. El mexicano es precisamente lo contrario, opina ella. Es solidario y buen vecino. Quizá la metáfora habría que buscarla en la necesidad de Bolaños de crear una figura pobre, sin caer en un estado de sórdida miseria, bañada con una buena dosis de humor, desencadenara precisamente “estados de solidaridad”, a la vez que, como es muy recurrente, los latinoamericanos nos “burlamos” de nuestra propia desgracia. Y cuando esta llega, nos tomamos una píldora de “qué nos importa”.

Desde que se difundieran los primeros programas del “Chavo del 8” en los primeros años  setenta, han corrido toneladas de tinta tratando de hacer análisis de diverso tamiz ideológico respecto a los personajes que encarnan actores de primer nivel como María Antonieta de las Nieves, Carlos Villagrán, Florinda Meza, Ramón Valdés, Rubén Aguirre, Angelines Fernández y el propio Roberto Gómez, interpretando a los principales personajes: El Chavo, el Chapulín Colorado y otros de menor importancia. Algunos críticos fueron duros y tajantes al publicar que dichos programas constituyen un entretenimiento pernicioso para la población pues provocan un efecto narcótico, inmovilizador de conciencias. Sin embargo, esas críticas más bien fortalecieron el rating de los programas.

Otros analistas, en cambio, sostuvieron que se trata de una dosis de humor blanco que contribuye a la unidad familiar pues reúne cada día, a cierta hora, a niños y adultos en derredor del televisor. De cualquier manera, a diferencia del Internet, la televisión ha sido el aparato que más poder de convocatoria familiar ha tenido desde sus inicios, allá por los años treinta.

Los últimos datos periodísticos reportan que el programa del Chavo del 8 ha generado 1.7 mil millones de dólares durante los más de 40 años de difusión. Una cantidad nada despreciable si tomamos en cuenta que el pobre niño de la vecindad rara vez tuvo dinero para comprarse una torta.

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