jueves, 29 de octubre de 2009

Canción para una niña (o epílogo del olvido)

Poemario inédito de Carlos Interiano


Navengantes

Navegamos con rumbo
desconocido/nuestras palabras cobran
fuerza sólo cuando las empuja el viento. Un
viejo mástil se atreve a desafiar la tempestad
y los sueños no alcanzados,
torbellinos que a diario salpican las mejillas
ya seniles. Van y vienen nuestros pasos
sin encontrar sendero fijo, un puerto seguro,
una ancla que pueda
sujetarnos a la vida.



Remembranzas


Nos conformamos con senderos agotados de
nuestras primas caricias, serenos valles
donde solíamos recostar nuestros ímpetus de
noveles amantes
¡Oh, cuánta tibieza en sus pupilas de mares
profundos!
¡Cuánta ternura en cada palabra que
engendraba el alma!
¡Cuánto sol para nosotros! ¡Cuánta luna!
¡Cuánto enjambre de estrellas recónditas¡
¡Cuánto derroche de abundancia! ¡Cuánto
vigor en nuestros besos! ¡Cuánta plegaria
pronunciada!



El valle


Todos llevamos dentro nuestro valle. De
las altas montañas bajamos a sus verdes
pastos. Allí nos regocijamos con el fantasma
de un amor que se quedó en bellón. Un fruto
apetecido es una huella que por siempre nos
hará temblar de esperanza, vivir de ilusiones.
¿Quién no ha tenido un valle rozagante de
nutrientes arroyuelos? ¿Quién no
ha sembrado en él sus esperanzas?




Quimera


Nuestro valle fue siempre verde como el
más profundo verde de sus ojos verdes.
¿Quién no recuerda el valle de su infancia,
aquél donde solíamos correr
y jugar y soñar y enamorarnos a manos
llenas? ¿Dónde habrá quedado
aquel valle esmeralda?



Riachuelo

¿Quién no ha recorrido el suave musgo de
su valle? Musgo verdusco donde el muslo
aun impúber se posó frente a nuestra
angustia. Nuestro valle fue testigo.
Nuestro cómplice, siempre callado valle.
¡Cuánta ternura había en su
riachuelo poblado de adolescentes lirios!
¡Cuánta dulzura en su cielo!
¡Nuestro valle compañero, nuestro valle!
¿Quién no lleva dentro, en la hondonada de
su alma, la irrepetible aventura de un amor
en los parajes más secretos de una fecunda
arboleda? ¡Ah, de amores crecidos como en
invierno sus ríos!




Infancia


Vuelvo a mi valle cuando las penas son
muchas. En la añoranza las cosas están
siempre jóvenes. Envejecen los años, mas no
sus recuerdos.
Los mismos rostros hermosos. La misma miel
derramada en sus ojos de almendra.
Los mismos labios ansiosos como una puesta
de sol en las montañas. ¡Ah, cuánta quimera,
cuánta siempreviva aguardando que se abran
las puertas de la infancia!




Piel de durazno


Ayer la vi. Infante y grácil su delicada piel
de durazno. Escuché su voz acompañada del
murmullo de nuestro riachuelo, aquél que,
como nosotros, quería ser río, mar, océano.
Ayer, nuestros pequeños dedos
volvieron a sellar el juramento de un amor
sin tiempos ni fronteras.



Lilian Clemencia


Lilian Clemencia. ¿Dejaron de ser niños
nuestros ojos niños? Un pegaso de alas
blancas e inmensas transportaba nuestros
sueños al valle prometido.
En él sus labios se confundían con rojos
tulipanes y diminutos riachuelos de miel y de
inocencia. Lilian Clemencia. ¿Dejarán de ser
luceros sus ojos algún día?



Ventana


A través de mi ventana de vidrios
empañados por mis lágrimas de adulto
veo nuestro valle poblado de silvestres
mariposas (aquéllas que guardaban
nuestros libros). ¿Dónde, amor, se
habrán agitado sus alas de infantes
sueños?



Ternura y tiempo


Dicen que la piel no sabe de recuerdos.
Mas, cuarteada como está de tanto amar, en
cada surco está inscrita la aventura de
impúberes amantes. Por cada poro ya
oxidado se escapa de vez en cuando una gota
de ayer, hecha ternura y regocijo. Como una
serena ventisca un suspiro amigo recorre
lentamente la piel espesa y fecunda de
nuestro valle querido.




Camino

¿Quién puede sentirse solo si lleva en su
memoria la extensa espesura de su valle?
Los caminos amigos, la música de pájaros
silvestres, el aroma de su aliento -jadeante
suspiro de transparentes años- (Un amor
a medio vivir). La soledad es el camino donde
transita el olvido.




En la distancia, el valle


Ubérrima la vida, desierto el campo. Sólo el
paraje siempre verde del recuerdo nos
mantiene vivos. Y nuestro valle floreciendo
cada día, resistiendo los embates del olvido.
Allí está, siempre fecundo en la distancia,
como un recurrente cántico a la vida.



Soles diminutos


Cada línea que hoy escribo, cada palabra
que se escapa de mis labios, cada letra que
conforma un pensamiento, constituyen en
conjunto, una cantera de mi valle. En su
noble suelo reposa inmarcesible, un caudal
irrepetible de mi infancia; y en ella, como un
diminuto sol, guiando mis cansados pies de
múltiples ocasos, la fuerza angelical de su
sonrisa.



Lluvia


Cuando, a veces, la pertinaz lluvia lacera
nuestra mente, decantada por los siglos de
incesantes angustias, un tenue rayo de sol
acaricia nuestro valle. Y en él, un torrente de
colores inunda de esperanza nuestra
debilitada voluntad. Un sol inmenso nace
tras las colinas de una vejez que empezó
desde el día en que nacimos.





Esperanza


Transito solitario el camino que lleva de
regreso a mis orígenes. Una inmensa
cordillera pesa sobre mí ¡ay de mí! Sólo me
alienta el regocijo de amputarle a una rosa
sus espinas en el breve ocaso de sus pétalos
marchitos. Un cielo ignoto desparrama su
azul celeste sobre mis ojos cansados.



Cansancio

Un pétalo marchito es una flor cansada de
presumirle al cielo. El insondable valle supo
de sus perennes citas con lejanas estrellas. A
lo lejos, un recuerdo que apenas alcanza el
bostezo de un suspiro.




Primavera


Las manchas en mi piel son la huella
de incesantes gotas de un invierno que
aun perdura. Como cráteres extintos
se van quedando mis poros, sin el fuego
de otros tiempos, pasión de fieras que
antaño no le pidieron permiso a las
fronteras del instinto. Sólo saltaron y se
fueron /furtivamente/ como llegaron. A lo
lejos, un relámpago de valle inunda la
memoria.



Rosa blanca


De nuestros ojos marchitos brota el
manantial de juveniles años. El tiempo
no se detiene, mas, puede repetirse en
los recónditos escenarios del alma. Allí,
junto al valle esmeralda de sus ojos,
una impoluta rosa blanca se desgrana
en el placer de un lirio adolescente.




Siempreviva

¡Cómo añoro el carmín de sus ingenuos
labios! El amor es una rosa disecada en la
memoria. Siempreviva, un fogonazo en
lontananza que nos mantiene vivos. ¡Cómo
añoro el enternecido durazno de su piel! ¡Y
esos remansos de luz, /sus ojos/ certero boleto
al paraíso!




Silencios

De mi dolida infancia sólo guardo su voz.
Cantarino riachuelo en cuyas aguas mis
manos retozaron. ¿Dónde amor, habrán ido a
pernoctar sus frágiles palabras /libélulas
aún impúberes/ que acariciaban mi silencio?
Con el tiempo, un inquieto colibrí
ha perdido el ritmo de sus alas. No sé...




Había un río

Había un río de cristales derretidos. En
sus riberas la risa se derramaba como la mies
del trigo. Yo callaba, por ratos. Un raro
viento se deslizaba por la luz incandescente
de su pelo. En la música del tiempo se van
durmiendo los años.




Legendarios horizontes

A veces subo al monte altivo de mis años
mozos. Allí cohabitan, como esperando un
retorno, la viril adolescencia y la majestad de
su inocencia. Los surcos ya gastados de
aquella primavera, son sólo huellas que se
resisten a morir en legendarios horizontes.
Mientras tanto, un sensontle entona un
cántico y una lágrima rueda por el camino
infinito de mi callosa ancianidad. Son las
doce en punto y aun estoy despierto.




Virginal vegetación

A trasluz, caminando por veredas
olvidadas, he visto sus ojos, montañas de
esmeraldas esculpidas. ¡Cuántas veces trepé
a la cumbre de sus cándidos destellos!
¡Cuántas veces respiré el suave aroma de su
virginal vegetación!



Resistencia

Siempre rebeldes, mis pasos se resisten a
doblar sus rodillas en el polvo. Por
empinadas veredas, por parajes desolados, se
pierden en un sueño, se incrustan en la
memoria, se revuelcan en remembranzas, se
amalgaman en la nostalgia, pero siempre
llegan al punto exacto del valle donde
encontré su ternura.



Canción para una niña
(o epílogo del olvido)


¡Cuántas batallas ganadas! ¡Cuántas
batallas perdidas! Mas, frente al valle
querido que fue testigo de niño, de
adolescente, de adulto, sólo viene a mi
memoria, en la estructura de un verso /mi
canción para una niña/ aquella risa de
infante, aquellos ojos verdiazules, negrises,
cafealmendras; aquel carmín de sus labios,
aquellas manos de seda, aquellas palabras
suaves, aquel "te quiero" que nunca podrá
borrarse del alma.

1 comentario:

  1. Dr Interiano que increible la intensidad con la que escribe, de verdad me encanta, felicitaciones y vamos adelante, hay que escribir mas. Saludos

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