viernes, 1 de junio de 2012

EL COLAPSO DE LA EDUCACIÓN GUATEMALTECA

Este día recorría la sexta avenida de la zona 1 capitalina y de pronto me detuve al observar movimiento de radio patrullas entre la décima calle y sexta avenida. Al preguntar qué sucedía una persona me informó que no me acercara porque los muchachos del instituto Rafael Aqueche estaban peleándose contra los del Central para Varones. Una de tantas riñas que suceden, sin que las autoridades hagan algo efectivo para impedirlo.


Esta acción de desequilibrio social entre la juventud es apenas una muestra de las enormes falencias que por muchos años han afectado el sistema educativo nacional. Basta ver por las calles a niños y jóvenes sin la menor consideración hacia los ancianos y desvalidos, escupiendo en la vía pública, gritando palabras soeces delante de las damas y el público en general, empujando al prójimo, sin el menor pudor. En fin, todo un cuadro que denota que hace muchos, pero muchos años, se han ausentado de las aulas de la educación preprimaria, primaria y secundaria las materias de moral y urbanidad, el fomento de hábitos higiénicos y de buena conducta social y un compromiso de los docentes por ser maestros más que trabajadores de la educación.


Este último concepto comenzó a ser introducido en el movimiento magisterial a partir de los años ochenta, producto del enfrentamiento social y político de esos años. Seguramente con el mejor de los propósitos los dirigentes de esa época quisieron hacer conciencia entre sus colegas que el maestro también es un ser de carne y hueso sujeto a la satisfacción de necesidades básicas como son el alimento, el vestuario, la salud, la recreación. Y calaron profundo sus enseñanzas, mas no se percataron que estaban sembrando la simiente de un proceso acomodaticio, mercantil y laboralista del sector magisterial. Por supuesto, hay excepciones a la regla. Para ser honestos, hay aun muchos educadores que merecen llamarse maestros.


No nos quejemos entonces, si hoy nuestro sistema educativo está virtualmente colapsado. Es el resultado de lo que hicimos o dejamos de hacer hace treinta años. No nos extrañe que una buena cantidad de docentes muestren las señales de un modelo poco apto para ser imitado por sus estudiantes. Es verdad que hoy día el maestro en términos generales vive en una situación depauperada. Pero también es verdad que sus signos de pobreza generalizada se ven más acentuados por sus signos de depauperación moral, ética y urbana. Basta observar las masas de maestros que se apuestan en el parque central algunas veces, reclamando mejores salarios. Antes, ser maestro (no importaba si de la ciudad o del campo) implicaba ser una persona aseada, rasurada, peinada, con los zapatos limpios, con un manejo del lenguaje apropiado a su situación docente. Hoy vemos todo lo contrario cuando pasamos frente a estos grupos de educadores. Y solo se nos ocurre pensar ¿en manos de estas personas está la formación intelectual, moral, científica de nuestra niñez y juventud?


La riña entre estudiantes de los citados institutos no es una situación aislada. Es más bien un reflejo de algunas asimetrías en el modelo educativo vigente. No nos llamemos a engaño. Es verdad que existe un alto nivel de conflictividad social, especialmente en las áreas marginales de la Capital, pero es preciso recordar que también allí en esas áreas de conflictividad existen maestros, sustitutos de aquellos que otrora educaban con el ejemplo, con la prédica cotidiana del buen comportamiento entre los seres humanos, aquellos que generaban ciudadanía por medio de la palabra y la acción.


Los niños y los jóvenes precisan modelos a imitar. Así ha sido siempre; así se crea cultura, una cultura de paz o una cultura de violencia. Hoy en muchos rincones de la Capital y del interior del país, esos modelos están ausentes. Están ausentes en los padres, en los vecinos, y lo más preocupante, están ausentes en los maestros, quienes eran antes de los años ochenta, el modelo a imitar. Sin esta brújula no esperemos sociedades pacíficas y no añoremos hoy lo que no fuimos capaces, como generación de maestros, de construir un modelo de convivencia para Guatemala. En este problema todos somos responsables, quienes consentimos y quienes nos desviaron el rumbo.

1 comentario:

  1. Muy buén comentario. Le felicito. Esta situación no sólo se ve en su país, soy mexicano y acá es exactamente igual la situación, cuando hace la descripción del estado de la educación de su país parece que leo un periódico local. Soy de Tapachula, municipio colindante a su hermoso país pero le aseguro que esta misma situación educativa se vive en todo mi país. Gracias maestro por sus publicaciones. Mi correo es joemin68@yahoo.com.mx

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El periodista Carlos Enrique Morales Monzón produjo esta versión de mi poema Las ranas y los grillos. Se los dejo