viernes, 31 de marzo de 2017

PODER PARA SERVIR

Un grupo humano sin líderes es presa de la anomia, la incertidumbre y la falta de objetivos y metas concretas.
El poder es la capacidad para influir en el ánimo, opiniones y comportamiento de los demás. Aunque la noción de poder está asociada a autoridad, no necesariamente significan lo mismo. Quien posee autoridad puede tomar decisiones legitimadas por un nombramiento o contrato que le reviste de capacidad para ello. Esto sucede a menudo con aquellas personas que ostentan cargos de jefatura.
Sin embargo, el poder es algo más que eso. Trasciende la capacidad administrativa o legal para conducir las operaciones de una institución y se sumerge en todos los rincones de esta. El poder es la capacidad para guiar a todos los miembros a trazarse y conseguir una meta común. Algunas veces no es ejercido por el jefe sino por otra persona con suficiente nivel de influencia sobre el resto de compañeros.
Las personas que tienen suficiente capacidad de influencia, ya sea por motivos morales, profesionales o por un carisma natural para alentar a los demás, se denominan líderes. Posiblemente el líder no es el jefe que desempeña la autoridad formal y administrativa, sino aquel miembro que de manera discreta alienta, guía y comanda procesos de cambio en su organización.
Generalmente los líderes positivos son personas con altos niveles de comportamiento ético, que sirven de modelos a seguir por los demás. Poseen muchas cualidades de convivencia social, como la comprensión, el entusiasmo, la motivación, el consejo sabio, la ayuda oportuna y la asesoría en situaciones difíciles. Por ello, los líderes son grandes concentradores de poder a los que deben acudir los jefes a sabiendas que su influencia será decisiva para el futuro de la organización. Un grupo humano sin líderes es presa de la anomia, la incertidumbre y la falta de objetivos y metas concretas. Por supuesto que hay líderes negativos que hacen del poder un festín de impúdicos excesos.
Entendido el poder como el espacio de intervención de un líder en las decisiones de la institución, cae de su peso que éticamente, el poder es para servir y no para servirse de él. Este juego de palabras aparentemente inocente tiene una importancia capital. En la vida nacional hemos visto cómo aquellos supuestos líderes políticos, sociales y empresariales, en vez de demostrar una vocación de servicio, han realizado las más descabelladas acciones para obtener los máximos beneficios propios a la sombra del poder.
El enriquecimiento ilícito, por ejemplo, es el recurso más común al que acuden quienes participan del poder, ya sea desde puestos de dirigencia hasta los de menor jerarquía. En el poder público es común que algunos funcionarios se valgan de su puesto para rellenar sus billeteras con el dinero que proviene de los contribuyentes. Por supuesto que ante un funcionario corrupto habrá siempre un corruptor, proveniente del ámbito empresarial, sindical u otra organización de esas que se visten de primera comunión, pero que en buen chapín son “come santos, defeca diablos”.

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