Publicado en el Diario de Centro América el 25 de noviembre
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Un altísimo porcentaje
de la gráfica del empleo está en manos de la iniciativa privada, vía las
empresas productivas y de servicios.
No estoy en contra de la actividad empresarial, cuyo objetivo
fundamental es generar ganancia por sus operaciones. En un mundo
fundamentalmente capitalista la lógica empresarial es uno de los ejes
transversales que guían la dinámica humana. La empresa genera empleo y produce
los satisfactores básicos de los ciudadanos: comida, bebida, vestuario,
medicina, seguridad, pasatiempo, recreación, vivienda, entre otros.
Los empresarios son la contraparte del gobierno, a partir de
quienes se sostiene la vida productiva del país. Estos generan fuentes de
empleo para millones de guatemaltecos por la vía del capital privado. El
gobierno, por su parte, es el responsable de administrar la cosa pública y
garantizar el buen mantenimiento de los servicios básicos, especialmente salud,
educación, infraestructura y desarrollo social. No es, dentro de la lógica
capitalista, un generador de empleo, aunque para garantizar sus funciones
administrativas tenga que recurrir a crear plazas en los distintos renglones
que establece la normativa nacional.
Sin embargo, un altísimo porcentaje de la gráfica del empleo
está en manos de la iniciativa privada, vía las empresas productivas y de
servicios. Nadie discute que si un día, por cualquier motivo, los empresarios
decidieran paralizar su maquinaria productiva, la vida económica del país se
vendría abajo. Con un día de huelga empresarial se perderían miles de millones
de ingresos fiscales y ni imaginarnos lo que provocaría, por ejemplo, la no
fabricación de pan, tortillas, embutidos, y un sinfín de alimentos. Cuando los
carniceros deciden paralizar la venta de su producto, todo mundo tiembla ante
el solo hecho de no consumir carne.
Ahora bien, reconociendo que el empresariado es una pieza
importantísima en el ajedrez de la vida nacional, es también importante señalar
que toda actividad productiva debe ceñirse por cánones éticos. Como toda
actividad humana la actividad empresarial no debe lesionar los intereses
ciudadanos, y mucho menos, los intereses de los trabajadores, sin cuyo concurso
no sería posible la producción.
Esta ética empresarial se resume en los siguientes aspectos:
reconocimiento de las prestaciones de ley, estímulo dinerario por
productividad, respeto por los plenos derechos laborales garantizados en las
leyes nacionales y en los tratados internacionales, distribución entre los
trabajadores de la plusvalía productiva, entendida esta como aquella utilidad adicional
que tiene la empresa después de descontar su margen de ganancia.
Existen muchos casos en los cuales las empresas someten a los
empleados a excesivos horarios laborales, en condiciones infrahumanas,
realizando descuentos en sus salarios o bien, manejando dobles contabilidades
con el propósito de no reconocer salarios dignos o bien, para evadir el pago de
impuestos al fisco. Obviamente el propósito de tales “economías” es engrosar
los bolsillos de los propietarios o altos funcionarios de las empresas. Esto, a
todas luces es antiético e inmoral.