Publicado en el Diario de Centro América el 18 de marzo de 2016
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En este marco no caben
las desviaciones ideológicas, ni los actos mercantilistas de vender sexo en las
aulas universitarias.
Respecto a mi columna de la semana pasada un querido amigo me
escribió en Facebook lo siguiente: “Todo tiene un momento y un lugar. El evento
de marras se pasó de la raya, y esa pasada no tiene nada que ver con la doble
moral o algo parecido”. Tiene toda la razón: todo tiene un momento y lugar. Sin
embargo, el tal “Bikini Open” es una actividad que, según me he enterado
recientemente, se practica en las facultades desde hace muchos años. Lo hacían
a puerta cerrada, convirtiendo en vulgar burdel los sagrados recintos de la
Usac. Al parecer, esta vez hasta se permitieron el lujo de anunciarlo y cobrar
por el evento.
Esto último le da un giro al análisis y pasa de lo meramente
moral a un hecho que pone en evidencia la pérdida de contenido político de las
actividades huelgueras en la Tricentenaria. Hace muchos años, aun en el calor
del conflicto armado publiqué una columna donde criticaba el uso de las
capuchas, bajo el argumento que estas incitan a posible impunidad. Hoy lo
ratifico. También he criticado en varias ocasiones el uso de uniformes de
colegialas en el desfile bufo porque considero que atenta contra la dignidad de
las mujeres.
Para no pecar de moralista, el acto sodomista, lo que pone de
manifiesto es una total ausencia de rumbo político-ideológico de lo que por
muchos años se consideró una legítima protesta del movimiento estudiantil
respecto a los diferentes problemas nacionales. Esto forma parte de la completa
desvalorización que vive el país, donde los actos violentos, secuestros,
asesinatos, asaltos, y otros vejámenes a la dignidad humana se producen a
diario. El país ha perdido referentes éticos.
A esta problemática no escapa el movimiento estudiantil en la
Usac, sin ideales que perseguir, sin hoja de ruta que cumplir, se debate hoy en
una especie de nihilismo político y social, donde los valores tradicionales no
encajan, o simplemente se burlan de ellos. Parece un contrasentido que el cese
del conflicto armado trajo consigo un proceso de implosión de aquella bandera
que había recogido el movimiento estudiantil (y por supuesto, la Huelga de
Dolores) de denunciar los problemas estructurales y los desmanes de los actores
de poder en Guatemala.
Creo que la Usac debe hacer un sereno acto de reflexión ante
estos hechos y comprometer a todos los sectores que la integran en un proceso
de fortalecimiento ético de su actuar. No es un secreto que, por ejemplo, en la
enseñanza, algunos profesores dan gato por liebre, y algunos estudiantes
devuelven gato por liebre. Otros, ni gato, ni liebre.
Es urgente que en nuestra Alma Mater exista un centro de
formación política que contribuya a reorientar esa energía de rebeldía y
protesta en un caudal de legítima defensa de los intereses ciudadanos. Y en
este marco no caben las desviaciones ideológicas, ni los actos mercantilistas
de vender sexo en las aulas universitarias. En otras palabras, ir más allá de
un simple acto de porquería instintiva y pasar a los umbrales de la civilidad.