Publicado en el Diario de Centro América, el 24 de abril de 2015
Es urgente un código de ética política que sea impuesto en el seno de cada organización, dictado por el precandidato presidencial y su equipo de campaña.
Como en el “Panamá Show”, en sus mejores tiempos, o en el “Oro Sólido” de aquellos años ochenta, lucían aquellas chicas subidas en la tarima. Sus contorneados cuerpos se movían como “mazacuatas” en plena orgía, al compás de la música pegajosa de los grupos musicales del momento. Todo era ambiente festivo; las miradas de los hombres devoraban aquellos manjares eróticos, en tanto las mujeres ceñían la frente en un gesto de desagrado.
Quizás usted crea que estoy describiendo una escena de cabaret. Pues no. Se equivocó. Se trata nada menos que una de esas promociones políticas que algunos partidos hicieron en los días de la Semana Santa. ¡Qué contrasentido, algunos en la devoción procesional en honor de Cristo; otros en el festín en los aposentos mismos de Afrodita, la diosa griega de la lujuria! Una de las chicas con natural desparpajo, se fue quitando la “pititanga” que llevaba bajo el bikini blanco. Inscrito, en el trasero, el nombre de la organización partidaria, en un claro mensaje: la política me la paso por donde quiero.
El Tribunal Supremo Electoral actuó como consecuencia de la protesta que miles de ciudadanos presentaron en las redes sociales. Y si bien es cierto que las multas no superan el medio millón de quetzales, el impacto de ese “castigo” tranquiliza los nervios de la ciudadanía.
En Guatemala se han desbordado las aguas de una ética política, exigible en ciudadanos y organizaciones que pretenden alcanzar el poder por medio del sufragio. Por mucho menos que ese escándalo, sociedades más conscientes y maduras podrían echar por tierra una candidatura. Recordemos, por ejemplo, el caso de Gary Hart, aquel senador norteamericano que buscaba ser candidato presidencial, captado con una chica que no era su esposa en un yate privado. Aquí, podríamos encontrar a un candidato o candidata en el coito mismo con un desconocido y nada pasaría; tal es el nivel de insensibilidad ética que tenemos frente a los temas de Estado.
Esto ha provocado que en estas elecciones se esté inaugurando una nueva edición de capturar la atención ciudadana por medio del erotismo político, fenómeno que llamaremos en adelante “Sexo política”. Y lo más lamentable de esta nueva estrategia es el impacto en los niños y adolescentes, amén de la extensión mediática de los hechos propagandísticos está la clara violación a las normas dictadas por el Tribunal Supremo Electoral, en las cuales se prohíbe la campaña anticipada.Y aunque tendemos a decir que a los guatemaltecos todo nos viene del Norte, en este caso, es lo contrario: es una estrategia netamente nacional; solo falta que las organizaciones políticas que la pusieron en práctica vayan a donde corresponde a registrarla como su marca personal.
Es urgente un código de ética política que sea impuesto en el seno de cada organización, dictado directamente por el precandidato presidencial y su equipo de campaña, donde se penalicen todos los actos reñidos con la ley, la moral pública y la ética política. Soñar no cuesta nada.