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Presas de su
propio narcisismo, estos fulanos tienen caídas estrepitosas de las cuales casi
nunca podrán levantarse.
Cuando se tiene veinte años, se tiene
toda la rebeldía, reza una vieja canción. En efecto, quizá uno de los signos
más visibles de la juventud sea la temeridad, arrogancia, decisión, valentía y
descuido de las consecuencias que pueden generar nuestros actos.
Esto no tiene nada de raro ni
espectacular en una persona que está entrando a la juventud. Se explica dicho
comportamiento porque no ha acumulado la suficiente experiencia ni conocimiento
que solo dan los años sucesivos, nuestros errores y por qué no decirlo,
nuestros éxitos.
Pero en un adulto que ha traspasado
la barrera de esta etapa y ha escalado posiciones significativas en su entorno
social, demostrar arrogancia en el ejercicio del poder es algo más que una
conducta estúpida, poco inteligente. ¿Ha visto usted cómo se desmoronan
aquellos castillos de naipes de políticos que alguna vez ostentaron poder
público, o de aquellos empresarios con suficiente capital? Reducidos a cenizas
sus muestras de prepotencia, actos humillantes y excesos de soberbia frente a
las personas que les rodeaban y por supuesto, frente a la opinión pública,
despojados del poder se convierten en verdaderas sabandijas, con un valor menos
que un pepino.
¿Puede la arrogancia ser una muestra
de altas dosis de inseguridad emocional? Quizá. Pero también influye un
síndrome de distorsión de la realidad en la que se desenvuelve el individuo.
Este síndrome estaría conformado por un coctel que incluye a cortesanos que le
alimentan su ego, una desmesurada ambición por el poder en beneficio propio, la
aceptación tácita de una sociedad indolente que le viene del norte quién esté
al frente de sus intereses ciudadanos. Estos son solo algunos factores de este
diabólico menjurje.
Presas de su propio narcisismo, estos
fulanos tienen caídas estrepitosas de las cuales casi nunca podrán levantarse.
Y cabe preguntarse ¿vale la pena algunos años de disfrute indiscriminado del
poder, o se debería tomar en cuenta que este será siempre efímero? En el caso
de cargos por elección popular, por ejemplo, esto es particularmente cierto.
Los guatemaltecos hemos visto cómo
los ungidos de hoy para ejercer el poder, si no lo hacen con una buena dosis de
inteligencia, serenidad, humildad y honradez, serán los presidiarios del
mañana, y acabarán en la ruina, sin el desproporcionado efecto de los
reflectores iluminando su miserable humanidad.
En los últimos años han sido muchos
personajes provenientes del mundo político, empresarial y social que,
concebidos en el imaginario colectivo como poderosos y arrogantes, de pronto la
estrella que los hacía brillar se ha convertido en una enana, de esas que
abundan en el firmamento.
Usted, joven político, empresario
emergente, líder social, aprenda de los errores de sus congéneres; piense que
no vale la pena un periodo corto de desenfreno y arrogante comportamiento y
pasar el resto de su vida entre las sombras y el escarnio público. Sin embargo,
la decisión es suya.
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