Publicado en el Diario de Centro América el 3 de febrero
A decir
verdad, con algunos excesos o con decisiones a medias, el sistema jurídico y de
justicia del país está hoy mejor que nunca.
Las jornadas ciudadanas por la
recuperación de la dignidad realizadas en el 2015, marcaron, sin duda, un antes
y después en la vida nacional. Superada la algarabía que provocó la renuncia y
posterior captura de los principales cabezas de gobierno del Partido Patriota,
poco se ha dicho sobre la trascendencia de dicho movimiento.
Lo cierto es que la vida de los
políticos y funcionarios ya no es la misma. Se ha cernido sobre ellos un alter
ego colectivo que les recuerda a cada rato lo bueno o malo de sus actos. Y
junto a este, una trama de acciones y reacciones ciudadanas llevadas a las
instituciones encargadas de impartir justicia, e incluso, de oenegés y otras entidades que desempeñan
el rol de auditoría social, cuyas acciones han permeado el tinglado de lo
jurídico y lo político.
A cada rato los medios de
comunicación dan cuenta de las personas señaladas de algún delito y consignadas
a los tribunales de justicia respectivos. Allí acuden, desde el delincuente
común, hasta los funcionarios que otrora se consideraban malhechores de cuello blanco. Por ello puede decirse que
se ha construido una especie de código rojo que sirve para señalar, perseguir,
juzgar y condenar a todo aquel que actúe al margen de la ley.
Con este código rojo se ha juzgado a
personas políticamente expuestas y a ciudadanos comunes. A decir verdad, con
algunos excesos o con decisiones a medias, el sistema jurídico y de justicia
del país está hoy mejor que nunca. Las instituciones encargadas de esta
delicada y ardua tarea están cumpliendo lo mejor que pueden con su función.
Hace pocos días, por ejemplo, de
nuevo se puso a prueba la funcionalidad de las instituciones y del sistema
jurídico del país, específicamente en el caso de la anulación de la elección de
presidenta de la Corte Suprema de Justicia, por presunto procedimiento anómalo.
La denuncia, por cierto, había sido interpuesta ante la CC por la Fundación
Myrna Mack. Llama la atención que la resolución del honorable cuerpo colegiado
con más alto rango jurídico del país, haya tomado como elementos de prueba los
argumentos que presentó esta ONG.
Otro hecho reciente es el caso de la
magistrada Blanca Stalling a quien la Corte de Constitucionalidad le negó el
amparo solicitado, y por consiguiente, queda a disposición de lo que decida el
Congreso de la República en relación a retirarle o no, el derecho de
antejuicio.
Por supuesto que aun no se tiene un
sistema perfecto en materia de justicia y aplicación del andamiaje jurídico del
país; y considero que en algunos casos no se ha actuado apegado a derecho y a
las normas de justicia universal; sin embargo, los casos aislados no
constituyen la norma general. Y en un país donde siempre imperaba la ley del
más fuerte, hoy comienza a verse los resultados de aquellas gestas ciudadanas:
aquí nadie es superior a la ley, y desde el más humilde hasta el más
encumbrado, puede ser juzgado por el código rojo. Si usted está en código
amarillo tenga cuidado de no pasar al siguiente color.
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