Publicado en el Diario de Centro América el 24 de junio de 2016
Durante mi larga vida
magisterial he tenido la grata experiencia de compartir el conocimiento con
niños de 5 años hasta adultos de 85.
Estimado lector, quizá no le motive leer esta historia, y le
comprendo. Mas me tomaré la libertad de contar mi propia anécdota por el Día
del Maestro. Mi historia de educador se remonta a mi primer año de escuela. Recuerdo
que el primer día de clases mi mamá me dijo: ¿qué aprendiste hoy?, la letra a,
le dije. Vamos a ver si es cierto, me respondió, y me hizo dibujarle la letra.
¿Estás seguro?, me dijo. Sí, le respondí.
Así pasaron varios días y ella seguía preguntándome mis
lecciones. Un día la encontré dibujando en un cuaderno la letra e, y me percaté
que la estaba haciendo al revés. Mama, le dije, es así, mire; y tomándole la
mano la llevé a hacer el trazo correcto.
Hasta ese momento yo no sabía que mi madre no sabía leer ni escribir. Muchos
años después ella recordaría que aquel día le dije: Le voy a enseñar a escribir
bien las letras para que me tome bien las lecciones, no se preocupe, mama.
Madre e hijo aprendimos a leer y escribir en nuestro libro
Victoria que nos habían regalado. Esta tendencia de enseñar se convertiría en
un hábito en mí. En la escuela primaria ayudaba a mis compañeros con sus tareas
de matemáticas e idioma español. En mi viejo Instituto Normal para Varones de
Oriente armada grupos de estudio; los sábados nos congregábamos en el colegio
para estudiar. Me encantaba explicar. Elegí ser maestro, sin ninguna
vacilación.
Así han pasado los años.
43 desde que me gradué. Comencé a
trabajar en el sector de educación pública casi de inmediato. Pocos años
después fundé un colegio que tuvo una larga vida de 33 años. Me gradué en la
Universidad de San Carlos en 1981. Durante mi larga vida magisterial he tenido
la grata experiencia de compartir el conocimiento con niños de 5 años hasta
adultos de 85. He laborado en todos los niveles, desde el preprimario (en el
colegio tenía preparatoria) hasta el nivel de doctorado. Absolutamente todos
los niveles. Siempre he puesto mis pies en las aulas con el mismo entusiasmo.
Nervioso siempre, como si fuese mi primer día de clases.
Después de 43 años puedo decir que se cuentan por miles mis
alumnos. Jamás tuve una falta de respeto por parte de ellos, a pesar que, aquí
entre nos, no he sido precisamente una fuente inagotable de cariño. Tampoco he
sido gruñón, sin razón alguna. ¿Anécdotas? Tengo muchísimas.
Mis nietos me
preguntan por qué cada vez que alguien me saluda, lo hace de diferente manera.
Algunos me dicen profe, otros aun me llaman director, Lic., doctor. La razón es
que me han conocido en épocas diferentes.
Quizás la magia de ser maestro no es lo que enseñas, sino
cómo te recuerdan tus estudiantes. Yo tengo la bendición de recibir siempre el
calor de una sonrisa de las personas que alguna vez estuvieron frente a mí, en
alguna escuela, en algún colegio, en alguna universidad.
Estimado lector, permítame hoy saludarme a mí mismo por
aproximarse el Día del Maestro. Un poco de vanidad no hace daño a nadie. A
todos mis colegas les deseo un día maravilloso.
Doy fe que el doctor Carlos Interiano no sólo es un tipaso de gran calidad humana sino un académico de altos kilates.
ResponderEliminarMe ha honrado contar con su amistad por más de 20 años .
Feliz día del gran maestro , Maestro.