Publicado en el Diario de Centro América el 8 de abril de 2016
En los primeros años de
los ochenta se cambió la política de seguridad nacional por la estabilidad
nacional.
Estamos acostumbrados a criticar a las personas en lo
individual por hechos cometidos en la vida pública, sin tomar en cuenta que
alrededor de ellos existe siempre una red de personas que tejen y manejan los
oscuros tinglados del poder. Acaso el funcionario público sea la cabeza visible
de los hechos que se juzgan, pero no es el único responsable. De ahí que en mi columna anterior sugiriera
que debemos asumir responsabilidades como generación (y no solo la del
cincuenta sino todas las generaciones que hemos tenido participación en la vida
pública y las cosas del estado). Tanto peca el que hace como el que deja hacer.
En la historia del país han existido épocas muy tormentosas y
de mucha trascendencia para los años futuros. Una de estas épocas es la década
de los ochenta. Algunos sociólogos la han llamado la “década perdida”. En el contexto internacional esta estuvo
marcada por la agudización de las tensiones entre Estados Unidos y la antigua Unión
Soviética. Se planteaba la posibilidad de una guerra nuclear. Para alivio de la
Humanidad los sucesos no pasaron a más y comenzó el proceso de acercamiento
entre ambas potencias, la segunda bajo la autoridad de Gorbachov.
Estos hechos a nivel mundial incidieron en el ámbito
nacional. En los primeros años de los ochenta se cambió la política de
seguridad nacional por la estabilidad nacional, programa surgido en el seno del
ejército para facilitar el control del conflicto armado interno cuya lucha
estaba ganando en el terreno militar pero estaba perdiendo en lo político. Los
Estados Unidos congelaron la ayuda militar a Guatemala, la cual hoy día aun
persiste.
En el plano económico, impactan en Guatemala las medidas
tomadas por Ronald Reagan, las que se conocen como Reaganomics y sientan las
bases para el enseñoramiento de la economía neoliberal. Los órganos de préstamo
internacional hicieron eco de dichas medidas y propusieron sus famosas medidas
de reajuste estructural. El fondo de estas era condicionar a los países a
realizar ajustes drásticos en su estructura administrativa y económica bajo la
condición que, de no hacerlo, se les cerrarían las ventanas de préstamo
internacional.
De rodillas ante esta imposición de estos organismos,
Guatemala realizó drásticas medidas de ajuste que impactaron inmediatamente en
la canasta básica y demás servicios esenciales de la población. Se produjo un estancamiento económico cuyo
impacto aun se siente en pleno siglo 21. Los programas sociales se vinieron a
pique. El conflicto armado interno alcanzaba la cresta máxima de su desarrollo.
En la primera mitad de la década hubo miles de muertos, desaparecidos y
exiliados.
En la segunda mitad de los ochenta el país inició su proceso
de vuelta a la democracia, eligiendo a un equipo de gobierno cuyos ciudadanos
habían nacido entre los años 30 y 40. Lleno de tensiones y contradicciones
internas, el nuevo gobierno civil iniciaba los primeros encuentros de
reconciliación nacional cuyo objetivo, a casi veinte años de haberse firmado la
paz, aun no se consolida totalmente.
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