En una playa lejana
tus ojos reflejaban la
orgía de luceros en el cielo
la brisa del mar saturaba
tus poros
de nardos y algas marinas
en un coctel de nutricia y
delicada sensualidad.
Yo contemplaba tu rostro
aquella noche de octubre
y enervaba mi piel el
aletear de las olas
golpeando los acantilados
del alma.
A lo lejos
un violín regurgitaba las
notas de una vieja melodía
pasión y vida
silencio esmerilado en las
finas arenas
de aquella playa remota.
Tú me mirabas
con ojos de alondra herida.
Yo te miraba
con el puñal de la vida.
Carlos Interiano
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