Publicado en el Diario de Centro América el 6 de enero 2017
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Una persona puede tener
mucho dinero pero si este ha sido adquirido de manera anómala, su valor como
individuo es cero o menos cero.
En el campo de la competitividad empresarial e incluso en el
aspecto individual, estamos sujetos a dos tipos de ventajas: las comparativas y
las competitivas. Las ventajas comparativas son aquellas características que
hacen posible que un producto sea preferido; sin embargo, al ser imitadas por
otro productor, dejan de serlo. En el caso de las empresas que se dedican a
producir tecnología, por ejemplo, lanzan al mercado productos cuyas
características son imitadas al poco tiempo por la competencia, causando una
pérdida de competitividad en las anteriores.
En cuanto a las ventajas competitivas son aquellas
características duraderas en el tiempo que hacen que una empresa o producto sea
preferido. Estas ventajas tienen que ver con características muy específicas
que provocan fidelidad por parte de los clientes. Tales características pueden
ser valores morales, éticos, estilo personal de administrar o servicio al
cliente, entre otras.
En el ámbito personal las ventajas comparativas pueden
tipificarse como aquellos rasgos físicos, económicos, circunstanciales y de
otra índole que posee una persona pero que son pasajeros o fácilmente
superables por otras. La edad, el peso, la talla, el nivel educativo, la
situación socioeconómica o política son muestra de ello.
Las ventajas competitivas individuales son aquellos rasgos
morales, profesionales, éticos o conductuales que hacen única a una persona,
conformando el sello de su personalidad. Por ejemplo, entre dos profesores de
matemáticas la ventaja competitiva de uno puede ser su estilo de enseñar la
materia, la calidad de relaciones que guarda con sus estudiantes, su
responsabilidad, puntualidad. En el otro profesor estas características pueden
ser antivalores.
Estas ventajas, tanto comparativas como competitivas están
relacionadas con el concepto de valor. Este último es el componente que da
legitimidad y fortaleza tanto a una institución como a una persona. El valor no
siempre está asociado al dinero, pero sí está asociado a características
éticas, morales y de responsabilidad institucional o individual.
Así, una persona puede tener mucho dinero pero si este ha
sido adquirido de manera anómala, su valor como individuo es cero o menos cero.
En cambio, una persona puede tener muy pocos recursos económicos pero si es
honrada, su valor es cien. En el primer caso, podría tener una ventaja
comparativa que podría cesar en cualquier momento. En el segundo caso, la
persona muestra una ventaja competitiva de primer orden.
Estos fenómenos se ven a menudo en el mundo político o en
aquellos grupos cuya riqueza es de dudosa procedencia. Seguramente habrá
observado usted a políticos que de la noche a la mañana aparecen con mucho
dinero, poder e influencia; sin embargo, en un abrir y cerrar de ojos pierden
su patrimonio, tanto económico como aquellos valores que podrían ser heredados
a su familia: la honradez, la ética, el honor y el prestigio. Ciertamente
bienes intangibles pero que constituyen ventajas competitivas.
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