Publicado en el Diario de Centro América el 9 de diciembre
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Cabe recordar que la
revolución cubana sucedió en lo más álgido de la Guerra Fría, la cual mantenía
enfrentados a los países capitalistas y socialistas.
Respecto a mi columna sobre Fidel Castro, un querido amigo de
la Secundaria me escribió lo siguiente: “Lo que yo he creído es que el costo
para los cubanos de los muchos logros de Fidel, fueron la No libertad de
expresión y locomoción vivir en unas condiciones que no muchos de nosotros toleraríamos”.
Estas palabras de mi amigo chiquimulteco constituyen
precisamente los dos pilares fundamentales sobre los cuales ha descansado la
estrategia de propaganda anticastrista, especialmente diseñada desde lo más
alto del imperio más poderoso de la tierra. Y por supuesto que nadie niega esta
situación ya que desde el principio de la revolución se nacionalizó las
empresas productivas, incluyendo los medios de comunicación e imponiendo una
sola vía informativa, los medios estatales. También se restringió la libre
locomoción.
Estas medidas, por supuesto, no fueron inventadas por el
líder cubano, sino más bien, son estrategias usadas en cualquier país donde se
establezca un cambio en las esferas del poder público, así sean capitalistas,
socialistas o comunistas. Debemos recordar que Castro cambió de tajo el modelo
económico de Cuba, especialmente en los siguientes aspectos: propiedad de los
medios de producción y cambio en las relaciones sociales de producción.
Por algo se le denominó revolución. En la imagen pública, por
ejemplo, Cuba pasó de ser considerada el burdel de los Estados Unidos, a ser un
país socialista, no alineado a los intereses norteamericanos. Por supuesto, en
esta ruptura violenta, hubo muchos cubanos cuyos intereses salieron visiblemente
afectados, especialmente aquellos que poseían empresas productivas en la Isla.
En el exilio, estos montaron la más grande campaña de desprestigio, azuzada por
los gobiernos norteamericanos desde 1959.
Cabe recordar que la revolución cubana sucedió en lo más
álgido de la Guerra Fría, la cual mantenía enfrentados a los países capitalistas
y socialistas. En América Latina, por ejemplo, Estados Unidos había apoyado a
gobernantes que como Fulgencio Batista en Cuba y Somoza en Nicaragua, eran
piezas clave en su política exterior, no obstante que fueron personajes
oscuros, sanguinarios y horriblemente corruptos.
¿Qué hubiera pasado si en lugar de aliarse con la antigua
Unión Soviética, Castro se hubiese aliado a los Estados Unidos? Sin duda,
habría existido libertad tipo capitalista la cual en lugares y momentos como el
nuestro se convierte en libertinaje, donde cada quien hace lo que le pega en
gana, aunque con índices alarmantes de analfabetismo, desnutrición, desempleo,
insalubridad y un largo etcétera de desgracias.
Por su lado, Cuba mantiene altos estándares de salud,
educación, seguridad. En lo científico y tecnológico son elogiosos los
adelantos. En lo cultural, Cuba pasó de ser matrona sexual antes de la
revolución, a ser considerada un emporio artístico, capaz de aglutinar a lo más
granado del arte mundial. ¿Qué no hay libertad de información? Bueno, no al
estilo de los medios manipuladores locales, donde cada quien maneja el arte de
la mentira a su antojo. No hay sociedad perfecta.
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