Publicado en el Diario de Centro América el 23 de octubre de 2015
A estas alturas, las
cartas ya están echadas y solo un tsunami político podría cambiar la
correlación.
Este 25 de octubre habrá de elegirse, en segunda vuelta, a la
persona que gobernará el país durante el próximo ejercicio. Sandra o Jimmy,
como cabeza de gobierno y comandante general del Ejército de Guatemala. A estas
alturas, las cartas ya están echadas y solo un tsunami político podría cambiar
la correlación. Uno de los dos tendrá el primer lugar en estas justas
electorales.
Y la pregunta ahora no es quién ganará sino qué hará a partir
del 14 de enero a las 14 horas, iniciando el año 2016. Con un descalabro
administrativo y económico que el actual gobierno de transición difícilmente
podrá resolver en tan solo dos meses y medio que quedan del actual ejercicio. Sería
como pedirle peras al olmo.
Los problemas surgen por todos lados. En lo financiero, los
recursos de recaudación no alcanzan para cubrir las mínimas necesidades; la SAT,
agobiada por los recientes sucesos de corrupción, se persigna cada día para que
los contribuyentes acudan a pagar sus impuestos que le permitan llegar a la
meta de recaudación.
En Educación, los maestros en pie de guerra, esperando el 14
a las 14 para iniciar sus demandas salariales, por un lado; por otro, sin el
dinero suficiente para reparación de edificios escolares, garantizar las
refacciones escolares, contratar nuevos maestros, saldar deudas de arrastre, en
fin, todo un panorama obscuro que demandará del nuevo equipo responsable un buen
quiebre de cintura, dado por la experiencia y conocimiento suficiente para
salir al frente de estos problemas.
En Salud, las cosas no pintan distintas. Igual que Educación,
los efectos de los pactos colectivos irresponsablemente negociados con la clase
trabajadora, harán que el problema se agrande. A esto hay que agregar el ya
sempiterno problema de escasez de medicinas, los contratos leoninos con las
distribuidoras que siempre miran en dirección de su nariz, sin importarles en
lo más mínimo las necesidades de la clase depauperada. El nuevo ministro tendrá
que disponer de tiempo, paciencia y honestidad para combatir el galopante
flagelo de la corrupción que campea en los hospitales, en los centros de salud
y en general, en todas las ramificaciones de este ministerio.
En Seguridad, los esfuerzos habrán de ser descomunales debido
a problemas estructurales que no han sido atendidos a tiempo ni con los
correctivos pertinentes. Una policía mal pagada que a veces no tiene ni
municiones para enfrentar el crimen; un sistema de justicia que premia al
delincuente, un ministerio de Gobernación que cumple con funciones que debiera
desempeñar una cartera distinta, son solo algunos de los problemas visibles. Ni
qué hablar de Comunicaciones, Energía, Cultura, etc.
El nuevo gobierno tendrá el reto de ordenar la casa para que
la maquinaria estatal funcione, pues de su accionar decidido y en la ruta
correcta, depende que funcione todo el aparato del Estado, desde un Congreso
que debe trabajar con honestidad y rectitud, hasta un aparato judicial que imparta la justicia pronta y
cumplida.
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