Publicado en el Diario de Centro América el 27 de junio de 2014
El autoengaño o el efecto espejo es un raro síndrome de los
participantes en campañas políticas.
Al estilo del clásico cuento
infantil “Blanca Nieves y los siete enanitos”, los políticos que participan en
campañas electorales se preguntan: “Encuestita, encuestita, ¿quién ganará las
elecciones?” Los participantes en procesos electorales se contaminan por el
raro síndrome de lo que llamaremos “efecto espejo” o “las tentaciones del autoengaño”.
Este síndrome estaría
conformado por varios factores que atentan contra la salud mental y el
principio de objetividad de los políticos. Por un lado, un deseo irrefrenable
de ganar una elección, lo que equivale a ponerse una meta sin considerar los
elementos que provocan un triunfo electoral. Entre estos elementos podemos
citar: un fuerte respaldo económico que no escatime esfuerzos en la inversión
publicitaria y propagandística; un perfil “ganador” del participante que es una
mezcla entre carisma personal y un equipo de trabajo que hace la tarea por él.
Otro elemento para ganar una campaña es una estrategia política y de
comunicación; aunado a esto, un programa de trabajo donde se establezcan las
acciones de gobierno a futuro, en forma clara, concisa y factible. Otros
elementos de campaña cuya importancia es vital los constituyen una buena mezcla
de medios y un equipo de campaña de probada experiencia política y estratégica.
Otro factor que alimenta el
síndrome del espejo es la red de aduladores y casi siempre mentirosos
personajes que rodea al candidato. Nadie ignora que en el mundo político existe
esta red de expertos en la fascinación, es decir, aquellos oscuros personajes que
sin ton ni son alimentan el ego a los políticos que participan en procesos
electorales. Rodeado de un anillo de magos de la mentira el pobre fulano se
encuentra de pronto en un mundo de fantasía donde sus deseos son principio de
ley; lo hacen perder piso.
Un tercer factor que
conforma el complicado síndrome es el de las encuestas. Y sobre todo aquellos
sondeos de opinión patrocinados por los propios candidatos y carentes de base
científica. Con la esperanza de provocar reacciones positivas en la ciudadanía,
algunos candidatos realizan sus propias encuestas sin ninguna base científica,
con preguntas sesgadas, con muestras sesgadas y con interpretación sesgada. Eso
sí, con suficiente dinero para publicar sus resultados.
Un cuarto factor es el
esquema de pensamiento de los candidatos y su círculo de aduladores.
Generalmente poseen un tipo de pensamiento mágico simbólico que los encamina a
creer en la divinidad y la buena suerte. Es muy común que este tipo de
candidatos consulte adivinos, brujos, imágenes de santos y demás recursos en
procura de un talismán que convierta toda posible derrota en una arrolladora
victoria. Es verdad que lo último se pierde es la esperanza.
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