Publicada en el Diario de Centro América el 21 de octubre
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El movimiento de
octubre del 44, no fue, ni por asomo, un esfuerzo marxista que buscara un
cambio estructural para Guatemala.
Hace 72 años la juventud guatemalteca de entonces, junto a
los adultos consecuentes, celebraban la gesta revolucionaria que puso fin a la
época conservadora de general Jorge Ubico y Ponce Vaides, éste último obligado
a renunciar por un movimiento conformado por universitarios, militares jóvenes
y sectores populares, cansados de la tiranía del régimen.
Esta gesta da inicio al cambio de época y de época de cambios
que marcarían la vida ciudadana, fundando instituciones de larga permanencia y
una visión de país más progresista e inserto en el concierto de las naciones
civilizadas del mundo. A la cabeza del gobierno revolucionario estaba un hombre
probo, académico consumado, forjado en los altos estándares de la educación
universitaria argentina, el doctor Juan José Arévalo, cuyo modelo de gestión no
ha sido superado hasta la fecha.
Los efectos de aquel octubre revolucionario aun pueden
sentirse en la vida nacional. Un sistema de justicia social, una visión progresista
de la educación en todos los niveles, un modelo de seguridad social consolidado
en la creación del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social que, aun con sus
profundas deficiencias provocadas por la cadena de funcionarios corruptos que
ha tenido, ha servido como un manto protector para garantizar una modesta
pensión a la clase trabajadora.
El movimiento de octubre del 44, no fue, ni por asomo, un
esfuerzo revolucionario marxista que buscara un cambio estructural para
Guatemala, como algunos mal intencionadamente han querido hacer creer; en su
momento, la Embajada diría que se trataba de un movimiento de corte comunista.
Nada más alejado de la verdad. Sin embargo, sí fue un proceso de “adelantar el
paso” en el proceso de desarrollar las fuerzas productivas y las relaciones
sociales de producción, las cuales se encontraban aun en el modelo semifeudal,
caudillista y conservador. El punto esencial era modernizar al país.
La copiosa cantidad de imágenes de la época retratan los
rostros de una ciudadanía fulgurante en cuyos rostros se marcaba la esperanza; floreció
la cultura, el arte, las humanidades y sobre todo, se volvió la mirada a las
mayorías marginadas hasta entonces; la niñez recibió grandes beneficios
educativos. Del genio creativo del propio presidente Arévalo surgió el modelo
de Escuelas Tipo Federación, un concepto que hasta ahora no ha sido superado. Se
instituyeron los comedores infantiles, dando la oportunidad de sobrevivir a
miles de niños cuyos padres eran de escasos recursos.
El coronel Jacobo Árbenz Guzmán continuaría con estos
proyectos revolucionarios y profundizaría algunos de ellos, tal el caso del
Decreto 900 Ley de Reforma Agraria cuyo propósito fundamental era rediseñar las
relaciones de explotación de la tierra y superar el modelo semifeudal que aún
prevalecía. Árbenz fue obligado a renunciar y en su lugar asumió el coronel
Carlos Castillo Armas, dando por finalizado así los 10 años de primavera
iniciada en aquella gesta histórica de grata recordación.
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