Publicado en el Diario de Centro América el 2 de septiembre de 2016
Imagen de Google
Muchas veces son actos
delictivos cometidos por los propios padres o parientes cercanos, incluso bajo
el silencio cómplice de la madre de la menor.
La niñez es el periodo donde se le da rienda suelta a la
imaginación. Los niños y las niñas construyen un mundo imaginario donde todo es
posible: piedras que hablan, árboles que sueñan, animales que sostienen
conversaciones con humanos y toda una gama de construcciones simbólicas que
acaso los prepare para enfrentar una vida adulta llena de realidades amargas y
desesperantes. La niñez es el periodo donde todo es color de rosa, y por muchas
vicisitudes que se enfrenten la existencia esta sigue, con su trajinar de hadas
y de duendes.
Hay, sin embargo, hechos traumáticos que puede alterar los
sueños infantiles, causando en su mente un impacto difícilmente superable: una
violación y un posterior embarazo en el caso de las niñas. Esto altera
diametralmente el destino de las menores y las hace enfrentar situaciones que
nunca pasaron por sus mentes, causando heridas no solo en su cuerpo físico,
sino en su ámbito emocional, afectivo e incluso, intelectual.
El adulto que irresponsablemente comete un acto deleznable de
violación a una niña, no solo ultraja su dignidad sino que mancilla su psique y
provoca heridas en el alma, las que le acompañarán por el resto de su vida.
Continuamente se publican en la televisión noticias sobre
niñas embarazadas a muy temprana edad, quienes, al dar a luz, si es que lo
logran, se constituirán en niñas cuidando niñas o niños, según sea el caso. En
otras palabras, cambiar las muñecas por un bebé de carne y hueso. Es
desgarrador ver esas imágenes que no solo denigran a la niñez sino también
causan una herida profunda en la dignidad nacional que, como país, debemos
preservar.
El extremo de esos casos es que muchas veces son actos
delictivos cometidos por los propios padres o parientes cercanos, incluso bajo
el silencio cómplice de la madre de la menor.
Estos individuos deberían ser juzgados por partida doble, pues no sólo
han cometido el delito del incesto sino han faltado a su responsabilidad de ser
protectores de la vida, la seguridad y el bienestar de sus hijas.
Hace muchos años conocí el caso de una familia de la cual se
decía que el padre había procreado hijos con su propia hija, y no uno, sino
tres. El silencio cómplice de la madre había permitido tal canallada. Los tres
niños padecían problemas físicos y mentales, pues como es de suponerse, la
genética es sabia y no acepta estos cruces. Lo más probable es que los niños
que resulten de estos actos incestuosos, padezcan de cualquier anormalidad.
Si usted sabe de un caso de estos, no se quede callado,
denúncielo a las autoridades. No permita que se robe la infancia de las
pequeñas, quienes tienen todo el derecho de vivir en un mundo que les provea
seguridad, amor y preparación adecuada para su vida futura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario