Publicado en el Diario de Centro América el 20 de mayo de 2016
Los padres se han
involucrado en el juego cibernético, descuidando tareas vitales en la formación
de sus hijos.
Luego de regresar del colegio, el niño de 9 años se disponía
a realizar sus tareas. Al iniciar su trabajo de matemáticas le surgió una duda,
la cual quiso resolver de inmediato preguntando a su mamá. Espérame un
momentito, le dijo la joven mujer, mientras chateaba en su celular. Ese momentito
se convirtió en dos horas, tiempo durante el cual el colegial suspendió toda
actividad escolar y también se dedicó a manipular los juegos digitales en el
teléfono de su hermano mayor.
Esta escena es una experiencia que se repite actualmente en
cualquier hogar, sin importar nivel educativo o clase social. En Guatemala
existen aproximadamente 21 millones de teléfonos celulares, lo cual hace un
promedio, en forma simplista, de dos aparatos por persona joven o adulta.
En la segunda mitad del siglo 20, se señaló a la televisión
de ser la causante de un estado de dispersión familiar, ya que los niños le
dedicaban en promedio, 4 horas diarias a mirar sus programas favoritos. Fue
tanto el estado de alarma que algunos críticos la llamaron “la niñera” ya que
era una forma de entretener a la prole. En los primeros años del presente
siglo, son los dispositivos digitales los que están ocupando aquel lugar que
ocupara la televisión, pero con un componente más: los padres se han
involucrado en el juego cibernético, descuidando tareas vitales en la formación
de sus hijos.
¿Qué hay de malo jugar de vez en cuando en el celular?
Aparentemente nada, si se toma con responsabilidad y se utiliza estrictamente
el tiempo de ocio para ello. Tiempo de ocio es una categoría sociológica que
determina aquel espacio libre que no se usa para el trabajo, para el descanso,
la alimentación y otras actividades vitales. En la vida tan corrida de hoy día,
el tiempo de ocio se reduce a un promedio de dos horas diarias. El problema
radica en que realizar actividades tales como responder mensajes electrónicos,
chatear, ver videos, meterse a las redes sociales, se convierte en un hábito
que le resta al ser humano la posibilidad de realizar las actividades
cotidianas con relativa normalidad. Simplemente el tiempo que debiéramos ocupar
en nuestras ocupaciones profesionales o de otra índole, lo mal gastamos en
tareas sin importancia.
En el caso de los hijos, este tiempo que se dedica al uso
permanente de las redes sociales y otras actividades virtuales repercute en la
desatención de sus necesidades básicas y su tarea de formación extraescolar,
tal el caso de revisión y supervisión de tareas, acompañamiento en sesiones de
lectura o simplemente conversación familiar que posibilita el sano
entretenimiento y fomenta la comunicación entre sus miembros. Actualmente se ha
acuñado una nueva categoría sociológica para denominar a aquellos niños cuyos
padres pasan más tiempo metidos en las redes sociales, escuchando videos o
simplemente chateando que ocupándose de sus hijos. Esta categoría es “huérfanos
digitales”. En otras palabras, los padres existen, pero los separa la Internet.
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