Publicado en el Diario de Centro América el 12 de febrero de 2016
El clima de estudio en la ECC está cambiando y quizá sea una constante
en el resto de facultades y escuelas que conforman la USAC.
Hace algunos días me invitaron a
impartir una lección de inicio de ciclo en la Escuela de Ciencias de la
Comunicación, Universidad de San Carlos de Guatemala. Fue una hermosa
oportunidad para recordar intensos momentos que viví hace más de quince años,
cuando ejercía el cargo de director de esa dependencia académica.
El auditorio estaba abarrotado de
estudiantes y profesores que asistieron a escuchar la charla. Me llamó
poderosamente la atención el alto nivel de atención del público asistente.
Podría afirmar que en el ambiente no se escuchaba siquiera el zumbido de una
avispa. Silencio total. También me percaté de la nueva dinámica de los
estudiantes, quienes anotaban los argumentos del tema y al mismo tiempo tomaban
fotografías. Horas después me daría cuenta que estas habían sido subidas a las
redes sociales con comentarios muy significativos sobre la conferencia.
Recordé aquellos años en nuestra
querida escuela, donde continuamente escuchaba quejas de los profesores sobre
el comportamiento de los estudiantes en clase. Se quejaban del ruido, del
intercambio de avioncitos, de los gritos de algunos, del cuchicheo de otros. En
fin, un ambiente festivo a plena hora de clase. A decir verdad, como docente no
recuerdo que me haya sucedido algo similar. Siempre tuve el agradable respeto y
atención de los alumnos.
Sin embargo, esta vez percibí un
interés y atención. Esto me hace pensar que el clima de estudio en la ECC está
cambiando y quizá sea una constante en el resto de facultades y escuelas que
conforman la USAC. Si esto es así en todas las unidades académicas quiere decir
que los estudiantes están asumiendo una actitud proclive hacia el estudio y
desarrollando un amor por la ciencia.
Un pelo en la sopa. Por razones
académicas, he tenido la oportunidad de asistir a reuniones en el edificio de
Bienestar Estudiantil. Me he llevado una muy desagradable sorpresa de ver aquel
hermoso edificio hoy convertido en un verdadero mercado. Alrededor de este se
han situado vendedores de diversos productos, desde libros hasta ropa interior,
baratijas, comida, y un sinfín de artículos que no tienen nada que ver con la
academia. Algunas personas rumoran que incluso es un lugar de distribución de
droga. ¡Qué calamidad que se haya cambiado la naturaleza académica por un
simple mercadito! Esto no solo contradice el espíritu de la USAC sino es el
reflejo del poco interés que sus autoridades han demostrado en garantizar el
ornato de su recinto como una de las responsabilidades de conservar el medio
ambiente y el entorno saludable de aprendizaje.
Es verdad que las personas tienen
legítimo derecho de buscar la fuente de ingresos, pero cada cosa en su lugar.
El campus universitario no es un lugar para establecer mercados. Bien haría el
honorable Consejo Superior Universitario o las autoridades administrativas de
menor rango, en realizar un esfuerzo serio por sanear estos edificios, hoy por
hoy contaminados, visual, auditiva y sanitariamente por las ventas callejeras.
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