Publicado en el Diario de Centro América el 11 de diciembre de 2015
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Las mujeres que viven
del comercio sexual han estado expuestas durante muchos años a la extorsión que
los llamados padrotes.
Hace poco el Ministerio Público, apoyado por la Policía
Nacional Civil capturó a una peligrosa banda de extorsionistas, comandada por
un delincuente que guarda prisión. La noticia es una de tantas que se generan
en nuestro país, y habría pasado desapercibida si no fuera por las
características con que operaba.
Resulta ser que su presa fácil la constituía nada más y nada
menos que el conjunto de sexoservidoras que opera en el sector denominado La
Línea, en la zona uno capitalina. Según fuentes acreditadas, en un año dicha
banda habría extorsionado por más de ochocientos mil quetzales, a razón de
veinticinco quetzales diarios por cada víctima.
Ha sido un secreto a voces que las mujeres que viven del
comercio sexual han estado expuestas durante muchos años a la extorsión que los
llamados padrotes les hacen, sometiéndolas a graves castigos si no cumplen con
la cuota que estos les imponen por supuestamente “protegerlas”. Estos
delincuentes a veces comienzan su labor sometiéndolas sexualmente para luego
explotarlas comercialmente en una acción de esclavitud sexual.
A este drama que por muchísimos años han vivido las
sexoservidoras se suma hoy la extorsión colectiva por bandas de mareros que
viven del sudor y el sacrificio ajeno, a tal extremo que no respetan ni a su
madre, pues no sería nada raro que entre estas mujeres se encuentren varias
progenitoras de esta lacra social y perdón por aludir a la maternidad de estas
señoras que se ganan el pan de sus hijos a costa de ofrecer su propio cuerpo
para satisfacer los deseos carnales de sus clientes.
Pero, a propósito de este suceso delictivo que ha visto la
luz pública, es preciso reflexionar sobre el estado de indefensión en que se
encuentra este sector de mujeres cuyo destino ha sido acudir a la prostitución
como último recurso para no delinquir, y ganarse la vida de manera legal,
aunque extremadamente miserable. Ciertamente la prostitución no infringe
ninguna ley, aunque, por supuesto, compromete su dignidad.
Mucho se ha dicho sobre la ausencia de una política pública
que impulse acciones que tiendan a mejorar las condiciones de vida de las
mujeres que viven en estado miserable, y que al no encontrar ninguna fuente de
ingresos económicos, legítima y empresarialmente sustentable, caen en el
lamentable estado de prostitución. Alguna vez, con muchísima amargura, una
anciana que había ejercido este oficio, con lágrimas en los ojos había
declarado que sufrió toda su vida la vejación a que constantemente era sometida
por sus “clientes”. Al final, había criado a sus cinco hijos con el sudor de su
cuerpo.
La captura de los supuestos extorsionistas de las mujeres de
La Línea es solo un paso en la larga cadena de combate a la delincuencia y
abuso a que se ven sometidas estas mujeres. El estado debe hacer los esfuerzos
necesarios por mejorar sus condiciones de vida, generando oportunidades de
empleo digno y otras acciones de inserción social y productiva.
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