Publicado en el Diario de Centro América el 4 de septiembre de 2015
Esa parte de “no todos”
es lo que salva la administración pública, que ayer, hoy y mañana, requerirá de
su desempeño ético.
La ética, esa vieja necia que se mete
en todo y que muy pocos la aceptan, es el conjunto de normas adoptadas por un
conglomerado para garantizar el honesto desempeño de sus actividades. Está
emparentada con la moral en el sentido de “hacer lo correcto” aun en
situaciones de mucha tentación como sería un cargo público.
En esencia, tanto la ética como la
moral constituyen las bases que se forjan desde el hogar en la más tierna
infancia. En la tradición judeo cristiana se tienen los 10 mandamientos como
bases éticas; asimismo, las prédicas de Jesucristo convertidas en enseñanzas
ético-morales.
Imagínese usted lo que pasaría si
algún funcionario público (que me imagino los ha habido y los hay actualmente)
decidiese poner en práctica por lo menos algunos pocos de los diez mandamientos
contenidos en las Tablas de Moisés. Seguramente la administración pública sería
un dechado de virtudes; y la prensa se tronaría los dedos por conseguir la nota
sensacionalista que haga correr ríos de tinta, innumerables horas de
transmisión de radio y televisión. Afortunadamente para la prensa, hay
escándalos que nutren sus páginas y sus emisiones radiales y televisivas.
He aquí algunos mandamientos que son
los favoritos para ser violados por algunos funcionarios: Honrarás a tu padre y
a tu madre; No matarás; No robarás; No ofrecerás falsos testimonios; No
codiciarás los bienes ajenos; No cometerás adulterio.
Francamente algunos funcionarios y
políticos deshonran a su padre y a su madre con sus actos reñidos con la ética.
Y qué decir de aquellos abyectos que se atreven a matar para conseguir sus obscuros
objetivos; baste como ejemplo, aquel malnacido candidato a alcalde de San José
Pinula que dispuso deshacerse de sus enemigos políticos que le impedían
alcanzar la alcaldía. Del “No robarás”, ni hablar. Abundan los casos.
Del “No ofrecerás falsos testimonios”,
medio en serio, medio en broma dicen algunos que se creen muy listos que
“político que no miente, no es político”, ¿Qué tal? Y qué decir del “No
codiciarás los bienes ajenos”. Imagínese usted que hasta han elaborado la
oración del político: “Dios mío, no te pido que me des, sólo ponme donde hay”.
Quizá uno de los mandamientos más
apetecidos como norma moral y ética a ser violada es “No cometerás adulterio”.
Sobre este mandamiento, algunos funcionarios y políticos tejen su estrategia
para saltarse las trancas. Dicen que político que no tiene una segunda, una
tercera y una cuarta, deja de ser hombre (o mujer en algunos casos), aunque no
deja de ser político.
Alguien pensará que lo anotado aquí
es una generalización apresurada; por ello me he cuidado de indicar que “solo
son algunos funcionarios y políticos”; que quede muy claro, no son todos. Y
quizá esa parte de “no todos” es lo que salva la administración pública, que
ayer, hoy y mañana, requerirá de su desempeño ético.
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