Publicado en el Diario de Centro América el 10 de octubre de 2014
Las mal llamadas bellas artes no son atendidas en su justa dimensión. el arte popular también es bello.
Hace poco hubo cambio de ministro en la cartera de Cultura. Algunos columnistas vertieron comentarios negativos respecto al nuevo funcionario. Que es un futbolista, no sabía quién diseñó el Teatro Nacional, cuestiones irrelevantes si se trata de evaluar el perfil que debe tener un funcionario en el ámbito cultural.
A mi manera de ver las cosas, existen otros asuntos más importantes a la hora de emitir opinión respecto al Ministerio de Cultura y Deportes, con una función doble que nadie entiende. En honor a la verdad, también existen otros ministerios como el MAGA. Imagínese usted, un funcionario cuya especialización sea la agricultura, la alimentación y la ganadería en un solo combo profesional; resulta muy complicado diseñar políticas para el MAGA, dadas sus funciones tan variadas. Sin embargo, han pasado por ahí, agrónomos, economistas, administradores y hasta personas sin título alguno.
En el caso del Ministerio de Cultura creo que debiera crearse el Ministerio de Deportes, asignándole al primero todo lo concerniente a la investigación, difusión, preservación y la práctica cultural en todas sus manifestaciones; al segundo, todo lo relacionado con el deporte no federado en la totalidad de sus expresiones. El Ministerio de Cultura tiene asignado uno de los presupuestos más bajos de todos los ministerios, lo cual evidencia un desinterés desde las más altas esferas de planificación estatal. Un altísimo porcentaje se destina al pago de salarios y muy poco a la atención de las necesidades inherentes a la naturaleza de su función. Muchos de estos recursos se invierten en medio conservar el monumental legado de nuestros antepasados. Las mal llamadas bellas artes no son atendidas en su justa dimensión; a decir verdad, tampoco lo son las artes populares.
Como contraste, resulta muy visible que cada año se destine una considerable cantidad de dinero a la compra de pelotas y otros utensilios deportivos. Al menos esto es lo que divulgan los medios de comunicación como mercancía informativa y sobre lo cual descargan enormes cantidades de tinta.
El caso es que el Ministerio de Cultura tampoco hace un excelente trabajo en el área del deporte. Y esto es preocupante porque no queda bien con Dios ni con el diablo. Existe una extensa gama de actividades que debieran realizarse para cumplir con el deporte no federado y fortalecer las habilidades deportivas de niños y adolescentes para generar un semillero sistemático de valores deportivos. Para realizar esto, por supuesto, hace falta dinero, recurso del cual carece la institución.
Y de la cultura, ni hablar. Exigir a una institución que cumpla con sus funciones con un presupuesto que apenas alcanza para cubrir salarios de sus trabajadores es como pedir peras al olmo. Por muy creativos que sean los ministros no se pueden hacer grandes obras con cascaritas de huevo “huero”. Resulta urgente revisar la estructura de dicho ministerio y asignarle un presupuesto que le permita cumplir con sus atribuciones. Crear el Ministerio de Deportes no es una mala idea.
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