viernes, 8 de mayo de 2015

Castillos de cristal

Publicado en el Diario de Centroa América el 8 de mayo de 2915



Se les obliga a someterse a controles sanitarios, con lo cual se les revictimiza.

                                  Imagen de Google.

Hace muchos años, cuando era niño, en mi añorada Chiquimula, caminaba varias cuadras para llegar a la escuela donde estudiaba. Durante el trayecto, me quedaba mirando a una casa en cuyas puertas entraban hombres y al rato salían las mujeres con un recipiente de agua y la regaban en la calle. Esa rutina se repetía varias veces durante la semana. Me interesó mucho saber ese fenómeno, así que le pregunté a un compañero más grande que yo. Ante la inocente pregunta, mi amigo soltó la carcajada y me dijo: ¿no sabés qué hacen? ¡Son prostitutas!, agregó, con un término menos elegante que este.
Así llegó a mi acervo cultural el término prostitución. Y así llegó también la inquietante pregunta que me ha acompañado toda mi vida: ¿por qué una mujer cae en las garras de la prostitución? Los historiadores se han limitado a decir que es el oficio más antiguo del mundo. Los economistas y sociólogos se atreven a bosquejar algunas causas socioeconómicas. Los psicólogos dicen que son desajustes de personalidad; y así por el estilo, cada ciencia cree tener la explicación perfecta.
La verdad, quizá sea una mezcla de todas esas explicaciones. Me imagino que de niñas fueron infantas que pensaban solo en jugar, en un mundo mágico, sin complicaciones. En la adolescencia esas chicas seguramente soñaron con encontrar un príncipe azul en un castillo de cristal. ¿En qué momento murieron sus sueños? No lo sé a ciencia cierta. Aunque existen casos documentados donde la prostitución se inicia en la niñez más temprana, a veces bajo la presión de sus propios padres o encargados.
Solo sé que una prostituta es un ser humano que una vez soñó y añoró un buen nivel de vida y que por azares del destino se vio obligada a empeñar su cuerpo y enajenar su dignidad por unas cuantas monedas. Y aunque a decir verdad, existen sexoservidoras que brindan sus servicios a “señorones de cuello blanco” a cambio de cheques bastante jugosos, también es cierto que la gran mayoría se hunde en la extrema pobreza, con pagos por sus servicios que apenas les alcanzan para comprar unas cuantas libras de frijol.
El Estado no tiene control de cuántas mujeres sexoservidoras existen. Tampoco se ha interesado en capacitarlas en oficios dignos que les permitan cambiar sus patrones de vida. No existe un seguro social que las proteja y más bien se les obliga a someterse a controles sanitarios, con lo cual se les revictimiza, dado que tras una tarjeta de sanidad viene el flagelo de la estigmatización. Esas son marcas sociales que difícilmente se pueden borrar de la memoria de las víctimas.
¿Quién les devolverá sus sueños de niña y adolescente? ¿Quién les tenderá la mano para sacarlas de su precaria situación? ¿Quién les enseñará el valor de la dignidad y el amor propio? Hoy tengo más incógnitas que cuando era niño. Hoy que se acerca el Día de la Madre, me pregunto cuántas de ellas son progenitoras que con su dignidad mancillada tienen que procurar el sustento de sus crías. Benditas ellas que no se rajan ante la adversidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Poema: LAS RANAS Y LOS GRILLOS

El periodista Carlos Enrique Morales Monzón produjo esta versión de mi poema Las ranas y los grillos. Se los dejo