Publicado en el Diario de Centro América, el 27 de marzo de 2015
He sabido de profesionales que prefieren solicitar el cambio de fuente antes que recibir sobornos.
Tomado de Google
Hace pocos días se publicó el Acuerdo que da vida a la Fundación Contra el Terrorismo Mediático. Esta acción ha sido interpretada por algunos medios de comunicación como un atentado contra la libertad de emisión del pensamiento. Sin duda esta figura será fuente de muchísima fricción entre los diversos sectores de la sociedad, especialmente entre las instituciones de gobierno y los medios de comunicación.
Al margen de lo que establezcan los objetivos, fines y propósitos de dicha fundación me parece que algunos comunicadores se han enrolado en lo que mi amigo Godo de Medeiros llama “sicariato de la palabra”. Él explica esta práctica como aquella que se ejerce por pedido de personas interesadas en causar mala imagen a terceros.
Medeiros no está tan alejado de la verdad si tomamos en cuenta que existen en nuestro medio, periodistas que venden sus servicios por un pago “debajo de la mesa”; a esta práctica no escapan algunos reporteros, columnistas, jefes editoriales y hasta lo más encumbrado de los equipos de dirección. Tampoco es una práctica solo del periodismo impreso, aunque surge y se propaga con este. En los noticieros televisivos y radiofónicos abundan casos verdaderamente extorsivos.
En el argot local se llama “fafa” al pago por favores informativos proporcionados a funcionarios públicos, empresas y empresarios, organizaciones sociales, entre otras. En el medio periodístico se conocen quiénes son “faferos” y quiénes no lo son. Una vez asistí a una asamblea en la Asociación de Periodistas de Guatemala. Antes de iniciar la actividad, entró un conocidísimo periodista (ya fallecido) y como saludo dijo lo siguiente: “Fíjense compañeros que hoy vengo triste porque solo conseguí dos fafas”.
Recibir dinero por hablar mal de alguien, destruyendo su reputación y buen nombre, a cambio de unas cuantas monedas, es ni más ni menos que un acto de “sicariato de la palabra”. Algunos columnistas se aglutinan en clubes de prensa para decidir a quién tomarán como objetivo de sus comentarios. En las salas de redacción también ocurren hechos semejantes. Expresiones como “dar un periodicazo” o un “editorialazo” dan cuenta que la línea informativa y editorial del medio se vuelca contra una persona o institución.
Por fortuna no todo es carroña en el medio periodístico. Existen hombres y mujeres de prensa que saben encauzar muy bien su profesión por la senda de la ética y del profesionalismo. Estos periodistas a veces son vistos con desconfianza y cierto desdén por sus demás colegas. He sabido de profesionales que prefieren solicitar el cambio de fuente antes que recibir sobornos. Pero también he sabido de algunos que literalmente amenazan a funcionarios públicos con lanzar “bombas informativas” en su contra si no reciben una retribución, en dinero o especie. A decir verdad, de todo hay en la viña del Señor.
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