domingo, 14 de diciembre de 2014

El Chavo del 8 (II)

La calidad interpretativa no puede sustituirse.

El genio de la comedia popular mexicana se ha ido, a sus 85 años. Pero ha dejado un legado cultural de entretenimiento que trascendió generaciones enteras, no hemos escapado a la contagiosa alegría de los personajes creados en una corriente de realismo mágico, envolviendo a millones de personas en un clima de “reírnos de nuestras desgracias” en un acto moral de “qué me importa”, si mi mal no tiene remedio, me río de él. Así de duras son las condiciones sociales y económicas en que viven millones de personas en el mundo; y si algo sale mal “fue sin querer queriendo”.

Imagen de Google

Inmersos en la industria de la cultura popular y de entretenimiento, los personajes del programa televisivo “Chavo del 8”, batieron records históricos en las más de cuatro décadas de transmisión. Con un efecto sucedáneo, cada día las personas se acomodaban frente al televisor (aun lo hacen) a sumergirse en los contenidos picarescos, burlescos y la mayoría de veces chabacanos cuya actuación era una personificación de estados socioeconómicos que se viven en el mundo de las vecindades.

Los efectos que el programa y sus personajes causaron en los telespectadores son diversos. En el lenguaje, por ejemplo, pueden acuñarse un sinfín de términos que si bien es cierto no son aceptados por la Real Academia Española, forman parte del universo discursivo de muchos. Es que no me tienen paciencia, se me chispoteó, fue sin querer queriendo, emprésteme, mírala, eh, solo para mencionar algunos. Tampoco se escapa la estructura fonética, sintáctica y pragmática de los diálogos, por demás, bañados con la salsa del humor mexicano.

El programa el “Chavo del 8” provocó una avalancha de imitadores que a lo largo y ancho del continente americano trataron de personificar a cualquiera de sus personajes, aunque, en verdad, como lo dijera Gómez Bolaños, para producir un programa igual que el original, tendrían que volver a nacer los mismos actores, ya que la calidad interpretativa no puede sustituirse. Habrá muchos Chapulines Colorados, muchas Chilindrinas, muchos Chavos del 8, pero ninguno como los originales.

Por cierto, Guatemala fue el primer país donde se divulgaron los primeros programas producidos por el genial comediante, actor y dramaturgo, Roberto Gómez Bolaños. En las barriadas, en los hogares de clase media, a una hora en punto se suspendían las actividades cotidianas para sentarse frente al televisor a reírse con las ocurrencias de los personajes del programa más visto en Latinoamérica. Hoy día, los niños aun disfrutan de la versión en caricatura de este contagioso programa.


Aunque algunos sociólogos y psicólogos han realizado análisis negativos de esta serie, la verdad es que, al final de cuentas, fue un aliciente para aglutinar a la familia, al menos una hora al día. Adiós Chavito, nunca te olvidaremos.

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