domingo, 6 de abril de 2014

Calidad y Educación Superior (II)

La práctica sin la teoría es ciega, y que la teoría sin la práctica es inoperante.

Las universidades del mundo que han logrado remontar los parámetros de calidad que exigen los organismos internacionales, son aquellas que han incorporado a su estructura curricular los componentes que con eficacia las convierten en centros de educación científica y tecnológica.

Uno de estos componentes es la investigación como eje central del proceso de formación y no como complemento a este. La competencia investigativa se desarrolla desde los primeros años de enseñanza. Se aprende investigando, probando, reproduciendo y aplicando modelos, observando de manera sistemática, conectando los estudios con los grandes centros de producción que mueven el mundo. De allí que no es extraño que muchas empresas, sobre todo aquellas de talla internacional, tengan sus centros de investigación y que estos a su vez, estén conectados con las más prestigiosas universidades del mundo.

Guardando las distancias científicas y tecnológicas, por nuestros ancestrales rezagos, en Guatemala podría fomentarse una política de investigación que haga de la enseñanza un campo fértil para producir conocimiento, sin tener que esperar que un estudiante se enfrente a un trabajo de tesis para realizar un mínimo esfuerzo en este campo. Todas, o por lo menos la mayoría de asignaturas debieran impartirse como proyectos de investigación. Esto permitiría a los estudiantes entrar en contacto directo con la ciencia y la tecnología, sin pasar por el proceso a veces lento y tedioso del acumulamiento teórico.

Para nadie es un secreto que la mayoría de profesores que imparten los cursos de investigación no provienen precisamente de este campo; esto les obliga a buscar textos que muchas veces han remontado décadas de su publicación, con propuestas muy alejadas de lo que se viven en el terreno. Una buena visión teórica por supuesto es necesaria; pero una mala práctica por falta de textos actualizados es desastrosa.

He repetido en muchas ocasiones que la práctica sin la teoría es ciega, y que la teoría sin la práctica es inoperante. Esto es verdad, sin embargo, la teoría que antecede a la práctica debe convertirse en un asidero efectivo para que el ejercicio académico de los estudiantes no sea un accionar sin dirección ni consistencia científica.


Una universidad que no investiga es tan solo un centro educativo pero no puede conceptuarse como una institución científica. Y cualquiera que sea la orientación epistemológica que se aplique en la investigación, si se hace con responsabilidad y precisión, dará los resultados necesarios para entender un problema en toda su complejidad. Las universidades están llamadas a convertirse en centros científicos y tecnológicos antes que ser solo depositarios de cultura.

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