La práctica sin la
teoría es ciega, y que la teoría sin la práctica es inoperante.
Las universidades del mundo que han logrado remontar los
parámetros de calidad que exigen los organismos internacionales, son aquellas
que han incorporado a su estructura curricular los componentes que con eficacia
las convierten en centros de educación científica y tecnológica.
Uno de estos componentes es la investigación como eje central
del proceso de formación y no como complemento a este. La competencia
investigativa se desarrolla desde los primeros años de enseñanza. Se aprende
investigando, probando, reproduciendo y aplicando modelos, observando de manera
sistemática, conectando los estudios con los grandes centros de producción que
mueven el mundo. De allí que no es extraño que muchas empresas, sobre todo
aquellas de talla internacional, tengan sus centros de investigación y que
estos a su vez, estén conectados con las más prestigiosas universidades del
mundo.
Guardando las distancias científicas y tecnológicas, por
nuestros ancestrales rezagos, en Guatemala podría fomentarse una política de
investigación que haga de la enseñanza un campo fértil para producir
conocimiento, sin tener que esperar que un estudiante se enfrente a un trabajo
de tesis para realizar un mínimo esfuerzo en este campo. Todas, o por lo menos
la mayoría de asignaturas debieran impartirse como proyectos de investigación.
Esto permitiría a los estudiantes entrar en contacto directo con la ciencia y
la tecnología, sin pasar por el proceso a veces lento y tedioso del
acumulamiento teórico.
Para nadie es un secreto que la mayoría de profesores que
imparten los cursos de investigación no provienen precisamente de este campo;
esto les obliga a buscar textos que muchas veces han remontado décadas de su
publicación, con propuestas muy alejadas de lo que se viven en el terreno. Una
buena visión teórica por supuesto es necesaria; pero una mala práctica por
falta de textos actualizados es desastrosa.
He repetido en muchas ocasiones que la práctica sin la teoría
es ciega, y que la teoría sin la práctica es inoperante. Esto es verdad, sin
embargo, la teoría que antecede a la práctica debe convertirse en un asidero
efectivo para que el ejercicio académico de los estudiantes no sea un accionar
sin dirección ni consistencia científica.
Una universidad que no investiga es tan solo un centro
educativo pero no puede conceptuarse como una institución científica. Y
cualquiera que sea la orientación epistemológica que se aplique en la
investigación, si se hace con responsabilidad y precisión, dará los resultados
necesarios para entender un problema en toda su complejidad. Las universidades
están llamadas a convertirse en centros científicos y tecnológicos antes que
ser solo depositarios de cultura.
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