Publicado en Diario de Centro América el 15 de noviembre de 2013
Cada cuatro años es borrón y cuenta nueva.
El ejercicio del poder engendra, asimismo, los oscuros mecanismos que los grupos opositores a una fuerza política aplican para su desprestigio y posterior debilitamiento. Este fenómeno es común en cualquier Estado, desde uno autoritario hasta uno democrático. Con ligeros matices, un grupo en el poder puede sortear los diferentes obstáculos que se le plantean para gobernar, pero de ninguna manera saldrá con el mismo nivel de aceptación con el que inició su gestión.
El poder desgasta; y cuando se ejerce de manera torpe, mata, aniquila. En el contexto guatemalteco cada grupo político que ha ascendido el pináculo del poder, ha incubado consigo, los mecanismos de su autodestrucción. Quizá esa sea la causa que en promedio nuestras organizaciones políticas tengan apenas 15 años de vida. No son premoniciones; son la evidencia de los datos electorales.
¿Pero qué hace vulnerables a las organizaciones políticas una vez en el poder? Pueden señalarse varias causas de este fenómeno. Una de las más evidentes es que, generalmente, el líder de la organización política es quien a su vez ocupa la silla presidencial. Y junto a él, lo más granado del equipo dirigente del partido. En otras palabras, dejan sola la portería para que les metan los goles que la oposición quiera.
Ante el virtual traslado de la dirigencia del partido a las esferas del Poder Ejecutivo y Legislativo, la organización que los llevó al poder queda virtualmente abandonada. Sé de casos de organizaciones políticas que durante los cuatro años de gestión de gobierno, permanecieron cerradas. Se provoca entonces, una separación de hecho, entre los intereses partidarios y las funciones gubernativas de sus líderes.
Ante esta situación, las organizaciones políticas juegan un papel pasivo frente a la administración del poder público que ejercen sus líderes. ¡Y ni siquiera pensar que alguna vez puedan constituirse en una fuerza política de abierto apoyo a los nuevos funcionarios!
Por eso, cada cuatro años es borrón y cuenta nueva.
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