Publicado en el Diario de Centro América, el 12 de julio de 2013
Hace unos 35 años, cuando explicaba el funcionamiento del fax como medio de comunicación muy rápido entre las empresas, le dije a un grupo de estudiantes que conformaba el tercer grado de Educación Básica: “Al ritmo que va la tecnología no sería raro que en unos cuantos años el fax pueda reproducir no solo mensajes sino objetos tridimensionales”. Los jóvenes abrieron los ojos y se formó una amena conversación sobre el futuro de la comunicación.
Hoy día se puede comprobar que no fue el fax sino la impresora la que evolucionó a estos estadios tecnológicos. Este aparato tan familiar en muchos hogares, es capaz de producir, en su última generación, objetos en 3D. Y aunque está en fase de experimento, los científicos opinan que dentro de pocos años se estará produciendo en forma masiva, con un salto sin precedentes, en la producción de objetos de variada índole.
Este suceso nos obliga a reflexionar en las condiciones educativas de Guatemala, cuyo modelo y circunstancias deben ser superadas para preparar a los maestros que deben formar a los ciudadanos del siglo XXI con las exigencias científicas y tecnológicas de este siglo. No es posible seguir propiciando el aprendizaje de conceptos científica y tecnológicamente obsoletos. Mientras en otras latitudes los ciudadanos están adoptando nuevos estándares de calidad, los guatemaltecos seguimos con un sistema educativo que se empeña en reciclar el conocimiento de pasados siglos.
Debemos pensar que el mundo ha dado mil vueltas y los guatemaltecos nos hemos quedado varados en un conformismo que, lejos de hacernos competitivos, nos estanca y nos deprecia frente a las exigencias actuales.
Un maestro formado con una visión tecnológica y científica de vanguardia es capaz de producir saltos cualitativos en el sistema educativo y, por ende, colocar a Guatemala en mejores posiciones frente al mundo. Es urgente pasar de “tanques” a “reactores” de pensamiento.
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