Publicado en el Diario de Centro América el 19 de junio de 2015
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El poder está en las
calles y es de quien lo tome. Esto lo tienen muy claro los actores y sectores
tradicionales, de izquierda y derecha.
Desde el 25 de abril se han venido sucediendo plantones en la
Plaza de la Constitución para exigir la renuncia del mandatario de la Nación y
la vicemandataria, quien ya presentó la suya al cargo al que accediera por
elección popular.
Los motivos en sí mismos no son materia de abordaje en esta
columna porque han sido suficientemente cubiertos por la opinión pública
canalizada en los medios de comunicación masiva, quienes en cierto punto se han
convertido en tribunales de fuero especial que han juzgado y condenado a las
autoridades de turno, sin haber sido citados, oídos y vencidos en juicio justo
por parte del sistema oficial de justicia.
Al respecto de las movilización de los miles de ciudadanos
activados en su mayoría por las redes sociales son el resultado, sin lugar a
dudas, de una constante y sistemática tarea de señalamientos de funcionarios
por parte de algunos medios masivos con suficiente nivel de injerencia en la
opinión ciudadana. De ahí que los hechos sucedidos en el caso La Línea y el
IGSS son solo la espoleta de la granada que les estallara a las autoridades. En
otro contexto, estos hechos habrían sido sucesos aislados.
Hoy día, el poder está en las calles y es de quien lo tome.
Esto lo tienen muy claro los actores y sectores tradicionales, de izquierda y
derecha, que por largos años han tenido presencia pública en la agenda
nacional. Por eso no debe extrañar que hayan surgido múltiples propuestas de
organización para darle rumbo a la fantasmagórica presencia ciudadana que
aparece y desaparece los días sábados, sin reconocer liderazgo visible. El
movimiento sabatino es una especie de caballo sin bridas que al menor impulso
podría convertirse en una serie de actos violentos.
Llama la atención, sin embargo, que muchas “figuras públicas”
del escenario nacional estén tratando de conducir este “movimiento” y llevarlo
al terreno de sus pretensiones. Nadie se
traga el cuento de que lo hacen por puro fervor ciudadano. Detrás de estos
“ciudadanos notables” hay proyectos políticos en ciernes y otros que en diferentes
circunstancias no han podido tomar forma.
Recientemente hemos visto desfilar personajes vociferando en
la arenga pública, exigiendo medidas que
debieron haber propuesto hace décadas. Individualizando a cada uno de ellos, es
fácil detectar cuáles son sus intenciones personales. Algunos incluso, se creen
los ungidos de la opinión pública, con un discurso mesiánico y todopoderoso,
lanzando piedras sobre sus propios techos de cristal.
Llama mucho la atención en este maremágnum de opiniones,
gritos, competencias de vuvuzelas, danzas folclóricas y discursos altisonantes,
las declaraciones de un líder campesino quien dijo que no harían
manifestaciones porque no tienen recursos disponibles. Al respecto surge una
interrogante que ha circulado por siempre en el ambiente ¿Las organizaciones
sociales reciben recursos para movilizarse? ¿Quién se los proporciona? ¿Con qué
objetivo les dan estos recursos? Juzgue usted.
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