jueves, 14 de junio de 2012

SEMIÓTICA: Teoría de los signos


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Actualmente la Semiótica y la Semiología se usan como sinónimos para referirse al estudio de los signos. Atendiendo a situaciones históricas y conceptuales se puede decir que la Semiología (de origen europeo) es el estudio general de los signos en el seno de la vida social (de acuerdo a lo establecido por Saussure, su iniciador). Por su parte la Semiótica se ocupa del sistema de herramientas de análisis de los signos en áreas específicas. De esta manera se puede afirmar que existe una semiótica del cine, semiótica del teatro, semiótica de la vida cotidiana, y así por el estilo.

Ambas ciencias son entonces, complementarias. La primera nos da un panorama general sobre los sistemas de signos; en tanto que la segunda, nos ofrece las herramientas específicas para análisis de productos comunicacionales: cine, arte, medios de comunicación, política, educación, religión, entre otros campos de la actividad humana.

Ambas trabajan con signos. La primera se ocupa del análisis conceptual de los signos en su forma más pura. La segunda diseña y aplica herramientas de análisis de los sistemas de signos (códigos) y sus efectos en los usuarios.

El signo

Es la materia prima de la cual se ocupan la Semiótica y la Semiología. Alrededor de este se tejen los planteamientos teóricos y metodológicos de ambas ciencias. Como sabemos, hay signos naturales y signos artificiales. Los primeros los provee la naturaleza y se convierten en tales cuando el ser humano los “interpreta”, asignándoles un valor de uso en la comunicación. Nube negra, por ejemplo, es “signo” de lluvia. Los signos artificiales son todos aquellos recursos que el ser humano ha diseñado para comunicarse. Los signos lingüísticos y no lingüísticos conforman una interminable gama de posibilidades de comunicación.

En su manera de representar a la realidad, los signos (según Peirce) pueden ser catalogados como índex, ícono y símbolo. Los primeros guardan respecto a la realidad representada, un valor cien. La nube negra, el suelo mojado, la huella reciente, un olor natural, un sabor natural, un sonido ambiental, etc. Los íconos guardan respecto a la realidad representada, un valor de que se encuentra en el rango de más cero a menos cien. Una fotografía, un mapa, un croquis, una pintura, una escultura, etc. Los símbolos no guardan ningún grado de semejanza con la realidad representada. Son por ello, altamente antojadizos, arbitrarios, producto de acuerdos sociales únicamente. El símbolo de la marca Nike, la cruz del cristianismo, el símbolo nazi, etc.

Sin embargo, hay signos que recurren a objetos naturales para representar conceptos, tal es el caso de la paloma con una rama de olivo en el pico, la cual representa la paz; o la corona de espinas que representa el sufrimiento. Ambos son signos elevados a la categoría de símbolo.


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Componentes del signo

Según la tradición semiológica, el signo se compone de dos instancias: un significante y un significado. Esta misma denominación ha seguido la Lingüística. Para Peirce, el signo tiene una función triádica, es decir, posee un significante, un significado y un referente.

Algunos autores niegan la posibilidad que todos los signos tengan un referente, dado que en las propuestas de los autores originales no se desarrolló suficientemente el concepto de referencialidad. Ellos se limitaron a decir que referente es “el objeto real” que representa el signo. Y hay signos, dicen algunos autores, que no representan a objetos de la realidad, como sí podrían ser, por ejemplo, los signos de árboles, de casas, de personas, animales, fenómenos naturales, etc.

Sin embargo, el concepto “objeto” no debe entenderse en su acepción limitada a elementos sensorialmente tangibles de la realidad, como pueden ser las ollas, sillas, piedras, tierra, etc. 

Más bien, los objetos pueden ser tangibles e intangibles. Dentro de los primeros se sitúan todos aquellos que son capaces de ser percibidos a través de nuestros sentidos, por ello les llamamos objetos sensorialmente tangibles. Los objetos intangibles son aquellos que aunque no podamos percibirlos por medio de nuestros sentidos, sí tienen existencia, ya sea a través de mecanismos conceptuales o bien a través de “productos-objetos” elaborados por el ingenio humano.

Los objetos intangibles podemos clasificarlos en dos grupos: los objetos intangibles conceptuales y los objetos intangibles culturales.

Entre los objetos intangibles conceptuales se pueden encontrar por ejemplo, las leyes que gobiernan el universo (la Ley de la Gravedad, la Ley Centrífuga, la Ley Centrípeta, solo para mencionar algunos ejemplos), las fórmulas físicas y químicas, las categorías de pensamiento y tantos otros “objetos científicos” que ha creado y/o descubierto la Humanidad.

Entre los objetos intangibles culturales se puede mencionar toda la creatividad humana en el campo del arte, la religión, la vida cotidiana, la espiritualidad, la medicina alternativa, la hechicería, la brujería, las artes adivinatorias y muchas prácticas sociales que no tienen un referente tangible, que pueda ser percibido por nuestros cinco sentidos.

Por ejemplo, el referente del signo visual “Pegaso” es un concepto cultural de la literatura griega, como puede ser también, “el talón de Aquiles”. El mismo concepto de Dios en las distintas culturas humanas no tiene un referente captable por nuestros cinco sentidos, sin embargo, al momento de tratar de ubicarlo, recurrimos al repertorio de nuestra fe para darle una manifestación corpórea. Piénsese en conceptos como el amor, el odio, la valentía, el rencor, Afrodita, Diógenes, Antígona, Tecún Umán, o la “Ley de rendimientos decrecientes”. Todos ellos objetos intangibles que, sin embargo, tienen un lugar en el conocimiento y la cultura humana.

La Semiótica, como ciencia que estudia los usos de los signos en los grupos sociales, se ocupa de generar herramientas de análisis de estos sistemas de signos, asumiéndolos como códigos sociales que de una u otra forma, transmiten mensajes, ya sea literales o sugeridos.

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