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La integración plena a una cultura se da cuando el individuo siente, piensa
y actúa de acuerdo a las normas establecidas en su grupo de referencia.
El gran secreto de la humanidad ha sido la capacidad para transferir su bagaje cultural, científico y tecnológico a las generaciones que le suceden. Esto ha sido así desde el inicio de la hominización hasta nuestros días. No se debe soslayar, por supuesto, que este proceso ha sido lento; y que en su evolución se han marcado condiciones objetivas de producción de bienes y servicios, así como situaciones subjetivas como la necesidad gregaria que le ha permitido vivir en sociedad y producir colectivamente.
El proceso de relevos generacionales ha pasado por diversas manifestaciones culturales, desde los rituales de iniciación en algunas culturas hasta el inicio, desarrollo y consolidación del aparato educativo que posibilitó dar un sistema de procedimientos y prácticas de enseñanza de los saberes a las nuevas generaciones. Pero esto último es solo una de las manifestaciones humanas en su proceso de transferencia de conocimiento a las generaciones sucesivas. El sistema educativo lleva apenas alrededor de 500 años.
Existe sin embargo, toda una práctica social, marcada por relaciones familiares, sociales y de otra índole, que está mediada por la necesidad de transferir a las nuevas generaciones la gramática de herencia social que ha posibilitado que los grupos humanos construyan su matriz cultural que los identifica a unos de otros. Esta herencia conforma el sello de agua de una comunidad, el cual está marcado por sus costumbres, su vestuario, su gastronomía y, en general, todas las manifestaciones de su práctica social.
Estas prácticas sociales que a la larga se manifiestan a través de conductas permitidas, toleradas y prohibidas no están establecidas en códigos expresos ni en reglamentos impresos. Conforman todo el universo simbólico que el ser humano va internalizando a medida que nace, crece y se desarrolla. Así, la integración plena a una cultura se da cuando el individuo siente, piensa y actúa de acuerdo con las normas establecidas en su grupo de referencia.
Estos códigos de significado y relación se ponen de manifiesto cuando los seres humanos, de manera inconsciente realizamos todas aquellas acciones que están dirigidas a trasladar a las nuevas generaciones todo nuestro caudal de conocimientos y experiencias que hemos ido acumulando a lo largo de nuestra vida. Aquellos ejemplos de la entrega de padres a hijos, de abuelos a nietos, de maestros a discípulos, de líderes comunitarios a sus conciudadanos, de amigos a sus amigos, son claros ejemplos de solidaridad intergeneracional. En estos esfuerzos sociales no media un interés económico ni político; más bien, conforman un esfuerzo desinteresado por ayudar al prójimo.
Sorprendentemente en las demás especies también se observa este fenómeno. Las hembras y algunos machos animales se encargan de la protección de sus vástagos. Al parecer, la solidaridad intergeneracional es una especie de código genético que garantiza perpetuar la especie a lo largo del tiempo.
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