Cerraré los puños para atrapar
el viento que se quedó indómito
en una
tarde tibia. Apuraré mi paso para
alcanzar la ternura que se quedó
prisionera en la horquilla del
silencio,
ánfora llena de miedos, pedazo de
amarga noche que me ha durado
mil años. Y cuando ya mis pesares
se
hayan dormido de viejos me
quedaré
simplemente tirando piedras al
cielo
para bajar las estrellas.
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