Algunos
grupos rosa lila como los llaman Mario Roberto Morales y Matheus Kar, están
haciendo cuentas de gran capitán.
El pasado 1 de julio, los mexicanos
decidieron darle un nuevo rumbo a su país, eligiendo a Andrés Manuel López
Obrador como su presidente. Pese a los vaticinios de fraude que algunos
denunciaban, esta vez (la tercera, por cierto), AMLO se hizo con el poder y
asumirá la responsabilidad de dirigir los destinos de uno de los países más poblados
de América Latina.
Esta elección de verdad es histórica
para los mexicanos ya que marca un viraje hacia la izquierda en la conducción
del gobierno, lo cual abre rutas de esperanza para que, según las palabras del
presidente electo, se aborden los problemas estructurales que han afectado a la
mayoría pobre de aquel país. No sé si de verdad el nuevo gobierno aplicará la
concepción de izquierda en la conducción de la cosa pública, porque, como dice
el refrán popular, no es lo mismo verla venir que platicar con ella. Pero si
esta ideología se aplica, en México cambiarían muchas cosas, marcadas por un
creciente neoliberalismo que hace más pobres a los pobres y más ricos a los
ricos.
De cualquier manera, estas elecciones
abren un parteaguas en la historia de México en materia de cultura ciudadana.
Las dos fuerzas políticas –el PRI y el PAN- que han hecho gobierno quedaron muy
rezagadas en el espectro electoral. Será el nuevo presidente y su equipo de
trabajo los responsables de ejecutar en el vecino país un pliego de reformas
que resuelvan las dolorosas asimetrías entre quienes tienen mucho y quienes
nada tienen, resultado de imponer el modelo del feroz y deshumanizante
neoliberalismo, avalado por la rancia oligarquía.
En Guatemala, el giro electoral
mexicano ha provocado ya las primeras reacciones. Algunos grupos rosa lila como
los llaman Mario Roberto Morales y Matheus Kar, están haciendo cuentas de gran
capitán, creyendo que, por ósmosis, aquellos cambios les allanarán el camino a
triunfos electorales. Nada más alejado de la verdad, pues cada pueblo vive su
propia dinámica, si no, ya estaríamos gobernados por la izquierda combatiente,
tal como sucedió en El Salvador.
En el amplio espectro del desarrollo
político y social, aquellas elecciones sí podrían producir algunos cambios en
organizaciones de base, digamos, por caso, sindicatos (hoy de capa caída) y
organizaciones campesinas. Con la victoria de AMLO se fortalece el Comité de
Desarrollo Campesino –CODECA-, no para ganar, pero sí para posicionarse, ha
indicado Matheus Kar en una breve charla. Por cierto, en un reciente
conversatorio se abordó la participación de CODECA como una alternativa
política y cultural al capitalismo.
Los contactos y alianzas estratégicas
que los líderes de esta organización, creada en 1992, puedan establecer con la
dirigencia social del nuevo gobierno mexicano sí podrían incidir en un viraje
de la política guatemalteca hacia el fortalecimiento de un movimiento de masas
que, sin la contaminación dionisíaca ni cacifera, encuentre su propio derrotero
como motor del cambio social.
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