viernes, 22 de diciembre de 2017

Las dos maletas



Si queremos cosechar mañana, debemos sembrar hoy; esa es la dinámica del mundo.

Tengo dos maletas. Una es vieja, raída, desvencijada e inservible. En ella guardo mis promesas no cumplidas, mis sueños rotos, mis penas y pesares, mis alegrías pasadas, mis conquistas y mis luchas no ganadas. Es la maleta que un día habré de sepultar en lo más profundo del pasado y le diré adiós como se despiden las cosas que nos desgarran el alma. Es el equipaje que no precisa reparación, y se va, como se extinguen todas las cosas en la vida. De este equipaje conservo solo los recuerdos gratos que me ayudaron a ser un mejor ser humano. El resto es basura. 2017 es su marca.
La otra maleta es nueva, prometedora, reluciente, vacía de realizaciones, con una agenda en la que están impresas las cosas que debo realizar para alentar nuestra existencia.Esta maleta se irá llenando de cosas buenas, promesas por cumplir, sueños por realizar, sacrificios por intentar para conseguir mis metas, lágrimas que llorar para sanar mis viejas heridas, alegrías que tejer con buena voluntad de ser hoy mejor que ayer, y mañana mejor que hoy. 2018 es su etiqueta.
Al final de la jornada de 365 días, todos tenemos en la bifurcación de los caminos estas dos maletas. Podemos continuar con nuestro viejo equipaje, y prolongar la tragedia de nuestra vida, nuestros caminos torcidos, acariciando con una actitud de masoquismo nuestros fracasos y nuestro dolor a cuestas, o bien, coger la nueva valija y comenzar a acomodar en ella las prendas que nos cambien la existencia: nuevas promesas que cumplir, nuevos proyectos que ejecutar, nuevos retos que enfrentar. No olvidemos colocar en ella las recetas del amor, la tolerancia, la cooperación, el respeto, la dignidad y la alegría por vivir.
Uno de los hermosos poemas de Amado Nervo indica que: “porque veo al final de mi rudo camino/que yo fui el arquitecto de mi propio destino/ que si extraje la hiel o la miel de las cosas/fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas/cuando planté rosales/coseché siempre rosas. El poeta tiene toda la razón. Los seres humanos somos el resultado de nuestros actos. No podemos cosechar lo que no hemos sembrado. Si plantamos semillas venenosas, obtendremos al final de la cosecha, plantas y frutos venenosos. 
El esfuerzo diario, el aprovechamiento óptimo de las oportunidades que la vida nos presenta, la determinación de avanzar un escalón más en la empinada senda de nuestras realizaciones, las relaciones positivas que establezcamos con parientes, amigos y socios, son, entre otros, los factores que nos ayudarán a rellenar nuestra nueva maleta, la cual se abrirá como un tesoro el último día del 2018. Si queremos cosechar mañana, debemos sembrar hoy; esa es la dinámica del mundo.
Y cuando sintamos que no hemos avanzado, que nuestros esfuerzos han sido en vano, detengamos la marcha y veamos hacia atrás el tramo recorrido, y recarguemos nuestro espíritu para caminar el trayecto que nos falta.
A mis estimados lectores y amigos les agradezco el favor de su atención siguiendo mis columnas semanales.
Aprovecho para desearles felices fiestas de fin de año, y desearles un 2018 lleno de oportunidades para cumplir sus propósitos familiares, profesionales y sociales.

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