El peor error de un ladino es considerarse criollo. Por supuesto que
existen algunos, incluso indígenas, con esa mentalidad.
Este mijo es indio, le dijo a mi
amigo la señora que trabaja en su casa. Él le interrogó: ¿y vos qué sos? Yo soy
indígena, le respondió ella. Pero éste es indio porque es terco, huevón y
salido. Nótese cómo califica una madre a su propio hijo. ¿No es ese, acaso, el
concepto que por cientos de años se ha venido repitiendo sobre el indígena? Así
comenzaron a expresarse los primeros españoles venidos a América y esta fue el
calificativo que se creó sobre los vencidos, hasta convertirlo en un
estereotipo racista y clasista y finalmente, sembrarlo en lo más arraigado de
la cultura.
Si soy hijo de español, no soy indio; por lo tanto, no soy ni terco, ni huevón ni salido. Es un razonamiento que alimentó la ideología del criollo, epíteto que se dio a los hijos de españoles nacidos en América. Pero estos crecieron en la salsa de la discriminación que practicaban aquellos saqueadores de tesoros para salvar la economía del reinado de Isabel y Fernando. Los criollos fueron reproduciendo estos estereotipos; y le incorporaron otros elementos hasta convertirlos en ideología. El concepto de ideología aquí, no es tomado en el sentido marxista de falsa conciencia, sino como la manera de entender y justificar el mundo que nos rodea.
Desde sus orígenes, los criollos discriminaban a los mestizos, llamados más tarde, ladinos. A decir verdad, también los rechazaban los indígenas, por no tener pureza de sangre. Ser el jamón del sándwich no ha sido nada fácil para la clase ladina, que se convirtió en una especie de mano de obra obrera y profesional de los descendientes de aquellos que, incluso, quieren manejar el país como si fuera su finca. Por supuesto, hoy nos llenamos la boca con decir que somos ladinos, aunque los criollos se ríen de nosotros.
Ser criollo no es ni más ni menos que conservar algún rasgo de los primeros españoles nacidos en América, quienes, junto a sus padres, además del saqueo, a fuerza de esclavitud hicieron que los dominados cultivaran la tierra para su propio beneficio. Más tarde, una especie de esclavitud encubierta cubrió como un manto de impunidad a los criollos quienes conservaron sus tierras y hasta el derecho de maltratar a sus trabajadores. Esa es la ideología criolla, un pensamiento de patrón con suficiente autoridad, dominio psicológico y económico sobre sus empleados.
Esta ideología criolla también se ve reflejada en el lenguaje, ombligo de toda cultura. De ahí que el trato despectivo, prepotente, patronal, gritón, altanero y carente de la mínima cortesía sea uno de los rasgos distintivos. El peor error de un ladino es considerarse criollo.
Por supuesto que existen algunos, incluso indígenas, con esa mentalidad, es decir, actúan como ellos; y no es para menos, lo ideológico penetra la familia, la educación y la cultura misma. Si usted tiene tierras o empresas, tiene trabajadores y los trata con dignidad y respeto, les paga salarios justos y demás prestaciones laborales, usted no es criollo, solo es un ladino con pisto, así que no sufra.
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