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En la comunicación política el color de la voz es clave para conectar con
el ciudadano.
El paso trascendental que
permitió a la humanidad avanzar en su proceso de desarrollo, crear cultura y
las condiciones necesarias para satisfacer sus necesidades básicas de
sobrevivencia, ha sido su capacidad de usar su aparato de fonación para
comunicarse, articulando sonidos con un significado preciso que puede ser
entendido por los demás. Fue creando, de manera paulatina, los sonidos
guturales que le permitieron, en una etapa muy temprana de su evolución,
generar las reglas básicas de selección y combinación de signos hasta producir
cadenas completas de significado. Estas reglas básicas se conocen con el nombre
genérico de código.
El código lingüístico que posibilitó
los diversos idiomas ha sido la clave de la civilización humana, el cual se ha
usado de acuerdo a las necesidades materiales y contextuales en los diversos
periodos de su historia. Es en sí, un código abierto y moldeable de acuerdo a
las particularidades de cada región, época y condiciones culturales. A
diferencia del resto de seres de la escala animal cuyo código de comunicación
es cerrado y programado biológicamente, el código lingüístico humano es
flexible, ajustable, maleable.
El principal canal del código
lingüístico es la voz. Este recurso verbal es el instrumento que no sólo está
sujeto a condiciones fisiológicas sino también a factores psicológicos, ofreciendo
una infinita gama de posibilidades de expresión que hacen del humano un ser
versátil, adaptable a diferentes situaciones sociales. La característica de la
voz con la que nacemos y nos desarrollamos se llama color de voz y se
identifica con el timbre, el cual puede ser agudo, grave, suave, ronco, etc.
Sin embargo, el color de la voz
es un concepto mucho más extenso que el propio timbre. Está relacionado con los
aspectos emotivos, afectivos con que se maneja el timbre. Por ejemplo, una
persona puede tener una voz aguda pero mediante el volumen y adaptación
afectiva de esta resulta agradable. Lo mismo puede decirse de una voz ronca. El
secreto está en el manejo del color.
Cuando una madre le habla a su
hijo puede hacerlo con suavidad o severidad, según sea el estado afectivo de
ella y según el propósito que desea conseguir. Invariablemente el niño
interpretará el mensaje con solo percibir el tono con que su progenitora le
habla.
En el plano artístico, por
ejemplo, hay cantantes que de suyo no tienen una gran voz, pero el manejo
magistral que hacen de ella, les proporciona un clima propicio de
interpretación que impacta al público. En la poesía sucede lo mismo. Un poeta
que lee un poema puede no tener una dicción estudiada, pero si lo hace
atendiendo a un clima afectivo adecuado, seguramente producirá en los oyentes,
un efecto envolvente. En la comunicación política el color de la voz es clave
para conectar con el ciudadano. Una voz altisonante, altanera, rústica, sin
matices adecuados, producirá un rechazo en sus oyentes. Y una vez creado un
impacto negativo es difícil cambiarlo, aunque se hinque.
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