Imagen tomada de Google
En sus ojos, aún juegan al
atardecer,
los niños. Su voz, una sonata
de mil violines.
En sus palabras
ha hecho su nidal la primavera.
Sus ojos, ¡ay, sus ojos! niños
de infancia atardecida.
Y yo, desde mi esquina, con un
torrente ineludible de ternura.
Gracias por compartir.
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