El discurso populista (I)
Carlos
Interiano
21.12.2018
El discurso populista es la
bandera que enarbola la derecha conservadora para lavarse la cara frente a la
ciudadanía.
El
próximo mes de enero será la convocatoria a elecciones generales en Guatemala.
Desde ya varias organizaciones políticas han dado a conocer quiénes serán sus
candidatos a la presidencia y vicepresidencia del país. Algunos personajes se
han convertido en parte del folclor de la política dado que han participado en
varios eventos, con resultados magros. En su amplia mayoría, son políticos
desteñidos, sin propuesta seria de gobierno, sin equipo, y muy probablemente,
sin pisto para la campaña.
El
arma más usada en la comunicación persuasiva es el discurso populista. Es el
campo común donde confluyen aquellos que, provenientes de sectores
conservadores y desde posiciones de poder económico, tratan de aparecer como
actores populares, o bien, como personas que entienden las necesidades de la
ciudadanía perteneciente a esa gruesa capa social denominada pueblo.
El
discurso populista no refleja los verdaderos intereses de los actores; es más
bien, una manera de ocultar los sentimientos y adaptar sus argumentos a la
manera de pensar, sentir y actuar de la mayoría ciudadana. Con estrategias
discursivas donde se hace uso de figuras retóricas y palabras y frases de
raigambre popular se articula un discurso que, aparentemente refleja la manera
de ser del pueblo, sin embargo, no es más que un engaño, un acto de
manipulación.
En
Guatemala, muchos líderes políticos, sociales y religiosos, acuden a este tipo
de discurso para camuflar sus ideas, tratando de que las personas las acepten
sin ningún razonamiento previo. Van Dijk, en su libro “Ideología y discurso”
indica que: “Quien controla el discurso público, controla indirectamente la
mente (incluida la ideología) de las personas y, por lo tanto, también sus
prácticas sociales”. En otro orden de cosas, el discurso populista trata de
quebrar los argumentos ideológicos de la izquierda, tratando de restarle
bandera a quienes propugnan por un cambio en el orden político, ideológico y
económico, y la instauración de regímenes cuyos intereses estén más en sintonía
con las necesidades mayoritarias. Toma de éste, algunos razonamientos, pero los
vulgariza, los tergiversa y los envuelve en el embalaje de la falsificación.
Generalmente
el discurso populista es la bandera que enarbola la derecha conservadora para
lavarse la cara frente a la ciudadanía, sobre todo, en épocas electorales,
acudiendo a palabras incendiarias, pero con contenido vago e impreciso.
Remedando
al discurso revolucionario, hacen uso de adjetivos fuertes llamados operadores
semánticos para acuñar frases retóricas en el imaginario colectivo. Conceptos
tales como: esperanza, justicia, paz social, salud para todos, educación
universal, techo mínimo, libertad, trabajo, son algunos términos con fuerza
persuasiva, pero usados de manera ambigua y muchas veces fuera de contexto real
de condiciones de vida de la mayoría de la población.
El discurso populista (II)
28.12.2018
Absolutamente todos quienes han salido
hasta ahora, enarbolan la bandera del discurso populista.
La semana pasada hablábamos sobre el discurso
populista como el instrumento predilecto de la fauna política. Alrededor de
ocho organizaciones políticas han presentado a sus candidatos a presidente y
vicepresidente de la República. A decir verdad, van desde los más descoloridos
hasta los más desteñidos. Creo que hasta el chucho de mi vecina está lanzando
su candidatura. Eso sí, todos, absolutamente todos quienes han salido hasta
ahora, enarbolan la bandera del discurso populista, con cero visiones de país,
y ni siquiera conocimiento de lo que significa una campaña política.
Por supuesto que esta pésima costumbre de
recurrir al populismo como fórmula mágica para alcanzar el poder no es
exclusiva de los políticos guatemaltecos, aunque hay que reconocer que, salvo
honrosas excepciones, nuestro país ha sido, por mucho, el caldo de cultivo para
estas prácticas insanas en la amañada política latinoamericana. Un expresidente
dijo que, si no se miente, no se gana. La gente se traga promesas, pero no
digiere soluciones. Así de simple lo ven los políticos.
Latinoamérica está plagada de estos discursos
populistas. La tónica general ha sido que, líderes provenientes de sectores
pudientes de la sociedad, se lancen a la arena política, y de la noche a la
mañana, aparecen como los salvadores de la ciudadanía que a diario busca el
sustento con su trabajo y esfuerzo. Pasan por un proceso de entrenamiento
discursivo (Media Training, le dicen) que les permite conocer “el lenguaje de
los pobres” y el uso correcto de los medios de comunicación, con el propósito
de sacarles el mejor provecho posible.
En el mundo de la comunicación política
existen expertos en entrenamiento discursivo que incluye, no solo elaboración y
pronunciación de mensajes verbales (orales o escritos), sino el manejo de los
lenguajes no verbales (colores, olores, objetos, distancias, gestos, formas,
desplazamientos, vestuario, etc.) que constituyen en su conjunto, el mayor
soporte comunicativo. Está demostrado que aproximadamente el noventa por ciento
de lo que decimos, lo hacemos a través del lenguaje no verbal.
Las frases talismán refuerzan el discurso y se
acude a ellas para parecer que el líder es parte del pueblo y no alguien ajeno
a este. El secreto del buen discurso populista es la capacidad de manipulación
de los sentimientos de la ciudadanía a través de frases incendiarias, pero que,
en esencia, no propone soluciones concretas y alcanzables para resolver los
problemas nacionales, por lo cual no es más que un universo discursivo vacío,
sin contenido.
Las próximas elecciones se teñirán, sin duda,
de esta argamasa discursiva que va, desde lo jocoso, hasta los actos de extremo
dramatismo, como besar niños con mocos, abrazar campesinos, comer en los
mercados cantonales, calzar zapatos rotos, entre otros actos visibles de
pobreza extrema. Hace años escuché decir a una señora: ese pobre con sus zapatos rotos, es seguro que, cuando llegue a la
guayaba, va a hueviar. Sabiduría popular.