Imagen de Google
Usted me recordó, con sus ojos
de obsidiana, que los hombres no lloran,
y no tuve otra opción sino reprimir
mi humanidad
y echarme
a caminar
por la vereda de sombras y de penas.
El niño aquel,
que a veces surge,
volvió a esconderse en el cajón
de sus recuerdos.
Al fin y al cabo, recordé que los hombres
sólo somos el espejo
de nuestra burla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario