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Las reglas
de la economía, la política, lo jurídico, entre otros, se encargan de crear y
mantener estos sofisticados mecanismos de adormecimiento de conciencias.
Étienne de La Boétie (1530-1563),
escribió cuando solo tenía 18 años, su tratado denominado El discurso de la servidumbre voluntaria. En dicho trabajo, este
joven escritor analiza los mecanismos profundos que provocan que miles de
ciudadanos se sometan a la voluntad de un solo ser, a quien, muchas veces, no
le acompañan ni la fuerza, ni la valentía. La Boétie indica que: “Cosa
admirable y dolorosa es, aunque harto común, ver a un millón de millones de
hombres servir miserablemente y doblar la cerviz bajo el yugo, sin que una gran
fuerza se lo imponga, y si solo alucinados al parecer por el nombre Uno, cuyo
poder ni debería ser temible por ser de uno solo, ni apreciables sus cualidades
por ser inhumano y cruel”.
En otro interesante párrafo, el escritor
se plantea: “Por qué desgracia o por qué vicio vemos a un sinnúmero de hombres,
no obedientes, sino serviles, no gobernados, sino tiranizados; sin poseer en
propiedad ni bienes, ni padres, ni hijos, ni siquiera su propia existencia, sufriendo
los saqueos, las torpezas y las crueldades, no de un ejército enemigo, ni de
una legión de bárbaros, contra los cuales hubiera que arriesgar la sangre y la
vida, sino de Uno solo, que no es ni un Hércules ni un Sansón; de un
hombrecillo, y con frecuencia el más cobarde y afeminado de la nación (…)”
Las palabras de aquel sesudo analista
de la sociedad que vivió a principios de la Edad Moderna, adquieren más sentido
si se sitúan en el contexto de la educación tradicional cuyo modelo comenzó a
instaurarse a finales de la Edad Media. El proceso de alienación, de acuerdo al
pensamiento de Marx, al que se somete a millones de hombres y mujeres, produce,
a largo plazo, un modelo de pensamiento uniforme y dócil que pocas veces se ha
visto marcado por rupturas que alteran el ritmo “normal” del proceso educativo.
Este modelo educativo producirá un
ejército de seres sin capacidad crítica para juzgar su situación social,
económica y política y se sumará, pasiva y pacíficamente a la masa de
trabajadores cuyo interés inmediato es apenas, devengar un salario mínimo que
no les alcanza para su sostén y el de su familia. En tanto que el modelo se
repite una y mil veces, se va creando un estilo de vida cuyos andamiajes se
sumergen en lo más obscuro del tejido social. Con ello se da paso al fenómeno
que bien podría llamarse Cultura de la servidumbre voluntaria.
¿Quién impone las reglas de este
sometimiento? Nadie lo ha dibujado bien; simplemente navegan en este mar de
derroteros ya trazados denominado sistema. Las reglas de la economía, la
política, lo jurídico y lo ideológico, se encargan de mantener estos
sofisticados mecanismos de adormecimiento de conciencias. Por ello, las
acciones de CODECA se presentan como atisbos de un despertar de una población
que busca trazar sus propios derroteros, en medio de una dinámica social marcada
por intereses oligarcas, cuyas normas y reglas del juego les han sido heredadas
desde los tiempos de la Colonia.
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