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Generaciones adultas comprometidas
con niños y jóvenes, en el ciclo hermoso de la transferencia de saberes.
El gran
secreto del desarrollo humano ha sido, sin lugar a duda, su enorme capacidad para
trasladar a las siguientes generaciones, no solo su acervo biológico y
genético, sino también sus experiencias de vida como seres sociales. En efecto,
nuestros hijos son el resultado de la herencia genética de generaciones
pasadas, pero al mismo tiempo, reciben todo el bagaje que el padre y la madre
han ido incorporando debido a sus actividades habituales, tanto en lo
intelectual como en la cultura en general. De allí que cobra mucho sentido
aquella frase coloquial que afirma que los hijos salen corregidos y aumentados.
Tal
reflexión está motivada por una experiencia reciente en el sistema educativo
nacional. Resulta que en días pasados acompañé a mis nietos a comprar sus
útiles para el presente ciclo escolar en el colegio donde están inscritos.
Mientras la madre de ellos se ocupaba de realizar los trámites para la
adquisición de la larga lista de libros, cuadernos y demás enseres que usarán
en sus estudios, me puse a observar aquellos rostros compungidos, angustiados,
nerviosos, presurosos, pero altamente comprometidos de los padres de familia,
quienes, junto a sus retoños, procedían a realizar tales compras.
Los hijos, por su parte, se miraban
seguros, entusiasmados y optimistas, tomados de las manos de sus padres,
realizando este acto hermoso de transferencia de roles, que, sin duda, les
permitirán ocupar una posición en la sociedad como personas de bien. Estoy
seguro de que, ellos a su vez, llegado el momento, desarrollarán este mismo rol
de padres responsables frente a sus futuros hijos. Y aunque existen muchos
casos de progenitores irresponsables que no piensan en el futuro de sus proles,
la verdad es que es muy esperanzador observar el nivel de entrega de quienes, a
base de privaciones de diversa índole, ahorran hasta el último centavo para
sacarlos adelante.
Este fenómeno en términos
macrosociales no es más que gente ayudando a gente. Generaciones adultas
comprometidas con niños y jóvenes, en el ciclo hermoso de la transferencia de
saberes, conductas y comportamientos. Nada más promisorio y elocuente que ver a
un padre de familia, contar con sus dedos temblorosos aquellos billetes que van
saliendo de sus tímidos bolsillos y los entregan como un acto de amor a cambio
de una bolsa de útiles, seguros de que en esta se compromete el desarrollo de
sus hijos.
Pienso que, así como algunas aves
enseñan a volar a sus crías lanzándolas al abismo, los seres humanos en cambio utilizan
un lento y sofisticado proceso de formación de capacidades en sus
descendientes. Y si a veces median algunos latigazos y nalgadas por parte de
los padres, esto sea quizá como una manera de canalizar la frustración por
alguna meta no alcanzada y no por falta de amor. Creo que una buena parte de
los seres humanos prefieren no comer por dar a sus hijos los medios más
elementales para salir adelante. Muchas gracias gente hermosa.
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