En la era industrial y
en nuestra época actual, la actividad productiva se ha transformado en algo así
como un culto al trabajo.
En el campo de las relaciones laborales existe innumerable
literatura sobre la terapia ocupacional. Incluso, la Organización Mundial de la
Salud también se ha ocupado de este asunto. No es nada nuevo, por supuesto, los
egipcios, hace miles de años, se preocupaban por atender a las personas que
sufrían de alguna disfunción emocional, inculcándoles tareas productivas.
Quizá el ser humano siempre se ha preocupado por la
productividad. En la sociedad esclavista, por ejemplo, tal ejercicio venía
sincronizado con la conculcación de las libertades ciudadanas: o se trabajaba,
o se trabajaba. No había lugar para tristezas ni melancolías; estas eran
solucionadas a pura reata.
Con el paulatino cese del esclavismo y el surgimiento del
proletariado como clase productiva, se incorporó el estipendio por trabajos
realizados. A veces este termina siendo un incentivo perverso, dado que la
clase patronal se queda con la mayor parte del fruto del trabajo y la
producción, bajo el pretexto de ser quien posee el capital y la propiedad de
los medios productivos.
En la era industrial y en nuestra época actual, la actividad
productiva se ha transformado en algo así como un culto al trabajo. Existe una
sobre explotación de la capacidad productiva del ser humano; se ha
deshumanizado el trabajo como actividad que está destinada a ser una acción de
realización ocupacional y medio de vida. Se ha caído en el trabajolismo. Trabajólico es aquella persona cuyo único afán es trabajar
por trabajar.
De esto existe poca literatura. No interesa a lo lógica
mercantil de nuestros días. Sin embargo, aquellas personas con esta característica
deben ser tratadas con técnicas especiales que les ayuden a reenfocarse en su
objetivo de vida, cuya razón no es solo trabajar sino usar esta faena como
medio para ser felices.
Propongo, pues, encontrar las herramientas que nos ayuden a
desarrollar una terapia desocupacional,
que nos ayude a equilibrar el mundo laboral con el entorno emocional y nos permita
ver la vida en un horizonte de mayor satisfacción. Centrar solo el interés en
el trabajo genera estrés y enfría nuestras relaciones familiares y sociales,
aunque puedan llenarse los bolsillos de dinero, nuestras arcas de la
afectividad y la dicha permanecen vacías.
¿Es usted trabajólico? ¡Deténgase por un momento! ¡No haga
nada! Cierre los ojos, respire profundamente y trate de enfocarse en una imagen
que le proporciona enorme placer: puede ser una anécdota, un pasaje familiar,
una cita amorosa, un poema, una canción, un viaje feliz.
No importa lo que sea.
¡Goce ese momento, relájese, y por un instante al menos, sea feliz! Al respecto
de la felicidad, el gran Pepe Mujica dijo: Si
no puedes ser feliz con pocas cosas, no vas a ser feliz con muchas cosas.
He aquí el dilema.
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