-En su 196
aniversario, 29 de junio-
Dr. Carlos Interiano
Honorables
autoridades municipales
Distinguidas
autoridades universitarias
Distinguido
público que nos acompaña
Buenas
tardes
¡Qué
grande eres, pequeña patria mía! ¡Solar sempiterno que dio cobijo a mis sueños
de infante, de adolescente, de adulto! ¡Qué grandes los baluartes que forjan la
empuñadura de tu estirpe, pequeña patria, Chiquimula, tierra de jilgueros!
Surgiste
al estatus de Ciudad, aquel 29 de
junio de 1821, por decisión de las Cortes de Cádiz de España. Mas, tu abolengo
como centro cultural y económico de la región se remonta al momento mismo en
que se produce el choque de las dos culturas hegemónicas que han pervivido por
varios siglos: la cultura maya-chortí y los invasores españoles, quienes
forjaron en esta región oriental uno de los principales enclaves culturales de
toda Latinoamérica.
El tiempo es el mejor bálsamo para el olvido. Y
de aquel choque cultural surgió una nueva manera de construir un ser social que
nos caracteriza a los chiquimultecos, y en términos generales, a todos los
habitantes del oriente del país. De España heredamos la franqueza, la fluidez
en la conversación, la espontaneidad de nuestros actos, el sentido del humor;
de los chortís heredamos el estoicismo para afrontar nuestros problemas y un
sensacional apego a la tierra.
Ser chiquimulteco hoy, significa tener un sentido
de pertenencia y sello indestructible de las raíces que formó el sincretismo
cultural maya-chortí y español; y no es el color de la piel, ni las
características físicas los principales signos distintivos. Es nuestra manera
de hacer, de ser y de estar en Chiquimula, y tejer de sus valores, de sus
colores, de sus sabores, de sus olores, un sello que nos es identitario. Ya lo
decía Voltaire: “¡Cuán querida es de todos los corazones buenos su tierra
natal!”.
De aquel sincretismo cultural, el oriental postcolonial tiene
un perfil cuyas características más sobresalientes son, por supuesto, compartidas
por los chiquimultecos. En este sentido, interactuamos con
modismos, costumbres, giros lingüísticos, chistes, relatos, anécdotas, humor
consuetudinario, un manejo altamente afectivo de nuestras relaciones, las
mismas prácticas sociales, códigos estéticos afines, similares actitudes y
conductas frente a la vida; en fin, una fisonomía que nos retrata como “oriundos de una misma región oriental”.
Han
transcurrido desde aquella decisión histórica de las Cortes de Cádiz, 196 años
de existir como Ciudad. Eres, querida Chiquimula, una respetable comunidad que ha
cultivado en los entramados de su historia, un portentoso patrimonio cultural
reflejado en tu quehacer educativo, literario, musical, político, comercial y
en todos los órdenes de la vida ciudadana. Estos atributos te han merecido el
título de “Cuna de la cultura de Oriente”.
Seleccionada
por el general Justo Rufino Barrios, junto a la ciudad de Quetzaltenango, como
los polos del desarrollo educativo en el país durante la Revolución Liberal, se
funda en 1873 el Instituto Normal para Varones de Oriente, faro de luz de la
intelectualidad guatemalteca y allende nuestras fronteras. Más tarde surgirían
el Instituto Normal para Señoritas de Oriente y otras instituciones públicas y
privadas que se han sumado a la encomiable tarea de trabajar sobre la cantera
del pensamiento de hombres y mujeres de la región.
Por
más de 196 años, tú has sido el centro cultural de Oriente, lugar añorado donde
muchos jóvenes como yo, anhelábamos alcanzar para perseguir el sueño de ser
maestros. Nunca podré olvidar mis días de estudiante en tu seno, lo cual me
permitió tener una patria a quien amar; como decía Tagore: “La patria no es la
tierra. Sin embargo, los hombres que la tierra nutre son la patria”. Y yo, un
paria en la vida halló en tu gente y sus costumbres, un motivo para reencontrar
mis raíces culturales.
En tus
viejas calles empedradas de entonces, aprendí a caminar con paso seguro y mirar
hacia el futuro sin incertidumbre; en tu clima encontré el calor humano que me convirtió
en hombre nuevo; en las costumbres y trato afable de tu gente aprendí el
secreto que ser chiquimulteco es ser esencialmente sincero, directo, alegre,
solidario. Cuando un chiquimulteco habla lo escucha todo el mundo, porque no
tiene nada que ocultar; de este tamaño es la relación franca que establecemos
con nuestros semejantes.
A
través de los años, y como producto de un natural desarrollo socioeconómico de
la región, poco a poco aquellas casas solariegas han ido convirtiéndose en
construcciones respetables a la altura de las ciudades más desarrolladas de
Guatemala. En términos generales, tus hijos te han dotado de un vestido nuevo. En
tu ambiente se respira un aire de pujanza económica como pocas ciudades del
país, ubicándote como uno de los principales centros comerciales del Oriente. Con
acertado tino, mi madre solía decir que, en Chiquimula, si piedras en dulce se
hacen, eso se vende.
Hermosa
Chiquimula, cuna de intelectuales que han dado brillo a las letras y la cultura
en general. Crisol de hombres y mujeres valientes que han construido, a pulso y
letra, un capital intangible de la Humanidad. En tus 372 kilómetros cuadrados
cabe todo el esfuerzo y amor de tus habitantes por construir la pequeña patria,
“La Perla de Oriente”. Séneca decía respecto a la patria: “Ninguno ama a la
tierra porque es grande, sino porque es suya”. Y tú, eres sencillamente grande,
“Maestra Eterna”. ¡Feliz 196 aniversario!
Muchas
gracias.
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