Llega el día en que un reguero de recuerdos
embota nuestra paz interior/y aquella sonrisa
de oro macizo se vuelve lasitud en el tiempo/
y ceniza en nuestras manos.
Y nos cansamos de pedir perdón por nuestras faltas.
Y nos cansamos de beber el arcoíris de la dicha. Y nos
cansamos de llevar esta faena sobre el encorvado
esqueleto de la vida. Nuestros ojos se convierten
en añosas senectudes de placeres furtivos. Atrás
quedó la ilusión de novísimas tertulias
de placeres amargos que de tanto repetirse
se quedaron exhaustos.
La vida es una mierda cuando has perdido las llaves
y el timonel de tu destino.
Longarone, Zacapa, 21.12.2018
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