Hurgando entre mis cosas viejas encontré un informe de reforma de hace un cuarto de siglo. En noviembre de 1992 se conformó la Comisión Multisectorial de Reforma Universitaria. Por mandato expreso del Consejo Superior Universitario participaron cinco sectores: autoridades, profesores, trabajadores, estudiantes y profesionales. En marzo de 1993, comenzó a funcionar, en el edificio S11. Todos sus miembros actuábamos en forma ad honórem, sacrificando nuestro tiempo no laboral.
El proceso duró tres años de intenso trabajo. Realizamos innumerables reuniones, tanto en el campus central como en los centros regionales. A este servidor le tocó la honra de ser nombrado coordinador adjunto, y tuve la responsabilidad de dar un enfoque académico al proceso, articulando la metodología del autodiagnóstico participativo para analizar los diferentes aspectos que involucran el quehacer de la alma máter.
Se establecieron siete marcos para realizar el autodiagnóstico: Filosófico, Necesidades sociales, Político, Académico, Jurídico, Financiero y Administrativo. Cada uno de estos marcos fue sometido a un concienzudo análisis sobre el ser y el deber ser de la universidad. Para ello se conformó en cada una de las unidades académicas una subcomisión de Reforma que llevaría a lo interno de las mismas, el espíritu y rigor metodológico del proceso. Cada una de las subcomisiones tenía la representación de todos los sectores.
Fue una experiencia espectacular. En el seno de la comisión central teníamos la certeza de que las reformas propuestas serían aprobadas por el honorable Consejo Superior Universitario de aquella época, toda vez que habían surgido de un trabajo tesonero y decididas en un magno congreso de reforma, realizado en noviembre de 1995. En 1996 se elevó al CSU el documento final, el cual se distribuyó entre los diversos sectores que habían participado en todo el proceso. Fueron cientos de universitarios que participamos en aquella hermosa jornada de reforma.
Han transcurrido 25 años de aquella grata experiencia. Pero aún aguardo en mi ser la satisfacción de ver cosechados los frutos del esfuerzo de tantos cerebros juntos, como nunca se había visto. No puedo menos que sentir nostalgia y una honda frustración porque seguimos caminando en círculos y atados al nudo ciego de la indiferencia. En los años posteriores algunos sectores han reclamado la reforma de la Usac. Sin embargo, las acciones no han dado resultados contundentes. Nos ahogamos en discusiones bizantinas y nunca se enfrentan los problemas estructurales que padece esta casa de estudios.
Hoy nuevamente se aborda el tema de la reforma de la Usac, aunque sin ningún norte que oriente el proceso. No se sabe lo que vaya a resultar de esta masa amorfa de deseos y buenas intenciones, aunque sin contenido académico. Hoy ya nadie recuerda aquellas jornadas del 93, y volvemos a girar en los círculos viciosos de la historia.