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Se dice que detrás de este movimiento hay mano peluda; que tiene que haber un cerebro que orqueste y dirija sus acciones.
La voz del imperio ha vuelto a rugir; y tal como sucedía en
aquellos tiempos de la “Pax romana”, Trump, cual César imperial, ha lanzado
contra el empobrecido paisito centroamericano su enjundiosa sentencia: o
controla a sus ciudadanos que amenazan con llegar en masa hacia el país donde
“mana leche y miel”, o, con el garrote del dinero, le cierra toda ayuda
económica.
Al parecer, es el único lenguaje que este empresario
convertido en presidente, sabe hablar. Su única moneda de intercambio es el
ahogamiento económico; una actitud imperial que deja fuera los más mínimos
cánones diplomáticos y mucho menos, humanitarios. La ley del garrote. La paz
americana, émulo de mal gusto de la estrategia de sometimiento que usaron los
antiguos romanos.
Pero la columna de más de seis mil hondureños es la
fotografía más elocuente del profundo clima de desesperación que sufren los
países del tercer mundo, especialmente aquellos que se ubican en Latinoamérica.
Hoy es Honduras quien se levanta y se atreve a desafiar la cuantiosa
organización militar, el anti latinoamericanismo de quienes hoy ocupan la Casa
Blanca, bajo la mirada consentidora o amodorrada de otras naciones del mundo.
En la columna hondureña viajan niños, jóvenes, adultos y
ancianos, en condiciones paupérrimas. Se dice que detrás de este movimiento hay
mano peluda; que tiene que haber un cerebro que orqueste y dirija sus acciones.
Y en su encuadramiento de pobre análisis político quisieran revivir el fantasma
del comunismo para, con un afán facilista, endilgarles la culpa. Pero resulta
que hoy no existe ni comunismo, ni socialismo, ni nada que se le parezca para
tener un chivo expiatorio.
Sencilla y llanamente, es el hambre provocada por las
alarmantes tasas de desempleo que el feroz sistema económico impulsado por los
mismos gringos y sus adláteres institucionales como el Fondo Monetario
Internacional y el Banco Mundial, han impuesto en las naciones menos
privilegiadas: el neoliberalismo. Esta desgracia humana no sólo ha provocado
desempleo sino las secuelas naturales de no tener satisfechas las más ingentes
necesidades y una espiral de violencia incontrolable, masa de personas que
asumen conductas delincuenciales, lumperización de la clase trabajadora,
empobrecimiento de la clase media; y como un efecto contrario: un feroz
enriquecimiento del empresariado en general.
Con este cuadro dantesco, la columna de seis mil ciudadanos
hondureños será apenas el inicio de todo un movimiento continental que se
organice para reclamar mejores condiciones laborales, trato justo para el
mercado de sus productos, políticas transnacionales de desarrollo integral de
las masas más necesitadas que provoquen un verdadero derrame del modelo
neoliberal, si es que algo bueno tiene este engendro del mal. Por de pronto, la
voz del migrante se ha hecho sentir, y su rugido ha sido tan fuerte, que ha molestado
los oídos del ogro del hegemón del Norte.
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